Leo en INFORMACIÓN que Elche rebasa por dos años consecutivos los valores normales de ozono, siendo estas cotas perjudiciales para la vegetación y la producción agraria.

Y para que no cunda el pánico y nuestra ciudad se llene de viandantes con mascarillas al modo oriental, se especifica que, en todo caso, estas concentraciones no rebasan los límites para la salud humana, según los umbrales establecidos en el Real Decreto 102/2011 relativo a la mejora de la calidad del aire.

Y suelto un exabrupto, elija el lector el que más le acomode.

Se está perjudicando la producción agraria y a nosotros no nos afecta?. Si no fuera porque somos consumidores en la cadena alimenticia establecida entre las distintas especies del ecosistema, en donde cada uno se alimenta del anterior y es alimento del siguiente.

La cadena alimenticia tiene su inicio en un vegetal o en un organismo autótrofo, el productor, capaz de fabricar su propio alimento ya sea sintetizando sustancias orgánicas, usando energía solar o mediante el uso de sustancia y reacciones químicas.

Y aquí están nuestras hortalizas, cereales y demás vegetales tan hiperventilados de ozono.

Pero, ¿a quién interesa esta disposición legal, el tal Real Decreto 102/2011?

La calidad y protección del aire, ¿solo afecta a las Administraciones Públicas con competencias para esta evaluación?

Me viene a la memoria un anuncio de la tele, en el que una niña en primer plano se dirige a cámara y pregunta: «¿Quién me asegura la tierra?». Y, después de una pausa, mientras nos enamoramos de su mirada, dice: «¿Quién me asegura el cielo?».

Y una cae en la ingenuidad de pensar que la respuesta es obvia. Los tenemos que asegurar todos nosotros.

Y resulta que en Estados Unidos hay un presidente que está generando preocupación en su país y en el resto del mundo por su posición negacionista respecto al fenómeno del cambio climático.

A través de Twitter, Trump llegó a decir que «el concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para atacar la competitividad de la industria estadounidense» y, aunque luego ha querido relativizar, ha calificado el calentamiento global como inexistente y claramente lo considera «una estafa». Todo ello a pesar de que los escépticos del cambio climático son prácticamente residuales en el debate científico.

Mal vamos.

La perspectiva del medio ambiente sostenido por una pantocrática madre naturaleza con ilimitados recursos, capaz en todo momento de recuperarse de los daños que han sido y siguen causándole el ser humano, se nos ha revelando como necia, además de peligrosa.

Leo en el sobre de un azucarillo: «Hay dos cosas infinitas, el Universo y la estupidez humana y del Universo no estoy seguro. Albert Einstein».

Y pienso que viene a cuento.