Ser de izquierdas nunca ha sido fácil, pero lo que sí ha sido tremendamente fácil es entender que nuestro valor está, no sólo en lo que representamos, sino en aquello que somos, nuestra forma de ser, de estar y de actuar.

Pero el valor de la ilusión en el Partido Socialista, no es algo nuevo, ni tan siquiera es un invento de la nueva política, es sobre todo nuestro ethos, nuestro ADN, aquél que nos diferencia por encima de las políticas, las épocas y las modas.

La ilusión de Pablo Iglesias en cambiar una sociedad donde la clase trabajadora no tenía derechos ni libertades, y él sólo ante la clase dominante blandiendo el primer escaño socialista, elevó la voz, no la suya, sino la de miles y miles de trabajadores y trabajadoras que confiaron en el Partido Socialista para defender sus derechos.

El valor de la lucha de compañeros y compañeras, que en la clandestinidad impuesta por un régimen totalitario, tuvieron que arriesgar sus vidas para defender la de otros. Pero que no sólo se quedaron en la protesta o la resignación y el odio, sino que se levantaron y lucharon democráticamente para, desde la victoria, gobernar un país que quería entrar en la era de la modernidad y la integración en Europa.

Pero nunca hemos construido nuestro proyecto político desde la resignación, el odio o el rencor, sino desde la victoria, desde el convencimiento de que «no estamos tan mal» y que nuestra palabra tiene el valor de la verdad, de la promesa cumplida y de la lucha permanente por reconocer a todos y todas sus derechos sociales y libertades públicas.

Hemos asumido siempre nuestra responsabilidad, de lo bueno y de lo malo. Hemos tenido el valor de reconocer nuestros errores, de analizar nuestras políticas para seguir siendo un partido útil a la ciudadanía. Y sólo hemos sido capaces de ser un verdadero instrumento de la ciudadanía cuando hemos sabido sumar a los que están, los que estuvieron y los que estarán. Negar al otro, lamentarnos y ver enemigos en cualquier esquina nos ha alejado de nuestra vocación de servicio público y de nuestro fin más preciado: la solidaridad.

El valor de la ilusión está dentro de nosotros y nosotras y hoy tiene nombre de mujer: Susana Díaz, que ha sido capaz de, sin renunciar a nada de lo que somos, ni hipotecar nada de lo que seremos, mostrar el camino que ha de llevar al PSOE a la victoria en España. Un partido de gentes, de ilusiones, de valores, de compromisos, de principios, de lucha, de solidaridad, de reconocimiento, de verdad, un partido que desea, por encima de individualismos, rencores y complejos, ser el motor de cambio para un España a la vanguardia de las políticas públicas.

Susana Díaz representa el liderazgo de una izquierda transformadora, que hace aquello que dice, que cumple su palabra y que por encima de todo tiene en las personas su hoja de ruta. Una mujer luchadora con capacidad de generar complicidades, de entender la realidad y proyectar un futuro donde la igualdad y la justicia social permita que todos y todas seamos libres.

Lo que hemos sido nadie nos lo puede negar, no es momento de nostalgias, es momento de sumarnos a la ilusión que genera Susana Díaz y demostrar que el valor de un socialista está en su lucha contra la adversidad y frente al inmovilismo de los que todo tienen.