Tras el desastre en el experimento del videoarbitraje en el pasado mundialito de clubes de Diciembre de 2016, las dos decisiones que se tomaron con el VAR (Video Assistant Referee) en el partido Francia-España del pasado Martes fueron determinantes en el desarrollo del choque para anular el gol de Francia que hubiera supuesto el 1-0 por fuera de juego, y luego para dar el gol de Deulofeu en el 2-0 que sentenciaba el partido. Pero más aún cuando el línea se habría equivocado en la toma de decisiones y, a su vez, lo hubiera hecho con el árbitro, ya que se puede comprobar cómo éste tuvo que consultar con los encargados del videoarbitraje para que le señalaran que, claramente, el gol de los franceses fue en fuera de juego y el del actual jugador del Milán, Deulofeu, sí que fue gol, pese a que el linier levantó el banderín señalando fuera de juego cuando no lo era.

Con estas precisiones del VAR, el resultado del choque hubiera sido de 1-1 en lugar del 0-2 con el que acabó el choque. Y de no ser por este sistema nos encontraríamos con un injusto 1-1 que de ser un choque decisivo nos hubiera arrebatado dos puntos y una victoria de prestigio en el Parque de los Príncipes.

En la anterior ocasión en la que se utilizó este sistema en el mundialito se demostró que fue el fallo humano a la hora de transmitir la información al árbitro lo que determinó el absoluto ridículo que se hizo en el uso de esta tecnología; sin embargo, en el partido Francia-España se demostró que si quien controla el sistema es rápido y capaz de transmitir una información urgente al colegiado a los pocos segundos de ocurrir la jugada, la decisión será la justa y no la injusta si no se hubiera contado con este sistema, lo que nos evita las polémicas que ahora existen tras los partidos de fútbol y las críticas de entrenadores, jugadores y directivos contra el estamento arbitral. Críticas que en muchas ocasiones son injustas, ya que vimos en este encuentro lo difícil que resulta para el ojo humano detectar el fuera de juego cuando se decide en centímetros, ya que cuando Deulofeu se escapa del defensa para anotar el 0-2 lo hace en cuestión de detalles que el ojo humano no puede percibir, pero sí la tecnología, pero si se detiene la imagen en el momento en el que el jugador recibe el pase desde la izquierda y se comprueba que por centímetros estaba delante un defensa francés. Este sistema demuestra que la tecnología en el mundo del deporte debe implementarse de forma obligatoria, como ya existe en el tenis, -pionero con el ojo del halcón- o el baloncesto, y en donde no existen los debates absurdos de fallos o errores arbitrales que parece que es lo que queda al final después de cada encuentro, además de provocar su ausencia resultados injustos, como se comprueba en este partido de fútbol, cuyo final hubiera sido otro de no contar con el VAR.

Además, frente a otros sistemas tecnológicos mucho más caros, las bondades económicas del videoarbitraje en comparación con las polémicas que va a evitar supone una inversión eficaz y eficiente en el mundo del fútbol y que permitirá abandonar polémicas estériles sobre los errores, en muchos casos, comprensibles, que se producen en el arbitraje. No olvidemos que cuando al día siguiente de la jornada deportiva se comprueban en los programas de televisión las jugadas polémicas es preciso detener una y otra vez las imágenes para decidir lo justo que se debió señalar, por lo que no es admisible reclamar y exigir al arbitraje decisiones justas con el único recurso de la habilidad de detectar lo que la tecnología debe decidir no sin esfuerzo. En cualquier caso, los tradicionales enemigos de la tecnología, que los sigue habiendo, seguirán poniendo pegas a este sistema y propugnando excusas, como que se «desnaturaliza» el espectáculo, o similares, cuando lo que se va a desnaturalizar ya de una vez es el debate y la controversia sobre posibles errores que ya vimos en este partido que son humanos. Y la tecnología no lo es. Pero si se utiliza bien como en Francia, y no como en el mundialito, el sistema funciona y si es eficaz. Y si lo es debe aplicarse. Pero ya, y sin mayores esperas.