Hay que prestar atención al trabajo de Paco Sanguino en la dirección del Principal de Alicante. El esfuerzo que realiza este hombre para sacar adelante el Teatro resulta admirable. Su perseverancia no es habitual en nuestro paisaje cultural, que tiende al recorrido corto y a un cierto conformismo. Sanguino sabe que el primer problema del teatro son los espectadores. No se puede mantener el tono de una temporada con un patio de butacas medio vacío. Para que el Principal ofrezca un teatro de calidad es preciso que la taquilla responda, lo que no es fácil. Durante muchos años, los gestores del Principal habituaron al público a un teatro de entretenimiento y de escaso valor artístico, y ahora estamos pagando la factura.

El acuerdo que Sanguino ha buscado entre el Ayuntamiento, los hoteleros y Renfe para que el visitante tenga en cuenta la programación del Principal va en esa línea. La idea es buena pero me temo que esté destinada a fracasar; al menos, tal como se ha expuesto. Hoy por hoy, nuestra programación teatral no puede compararse con la de otras ciudades. Queda un largo camino por recorrer en esa dirección. Para defender su propuesta, Sanguino habla del éxito del Festival de Mérida. Convendrá que no es exactamente lo mismo. Un festival es diferente a una temporada: Mérida ofrece una imagen de marca consolidada, y concentra las representaciones en unas pocas fechas. Son condiciones difíciles de superar.

Para que la idea no fracase, necesitaría un plan que tuviera en cuenta toda la oferta cultural de la ciudad, y no sólo el teatro. Habría que contar con el MARQ, con el MUBAG, el MACA, el ADDA. Una campaña bien armada con todos estos centros daría una imagen de Alicante en el exterior que ahora mismo la ciudad no tiene. Hay que concebir un proyecto inteligente, y darle la difusión adecuada. La cultura -está demostrado- puede tener un papel en la economía de la ciudad y actuar como foco de atracción para el visitante. No es preciso inventar nada, ni embarcarse en costosos planes estratégicos: basta ver lo que han hecho en otros lugares -ahí está Cartagena, sin ir más lejos- y adaptarlo a nuestras posibilidades.

El primer paso es que Ayuntamiento y Diputación sean capaces de ponerse de acuerdo, y dejen de lado esos proyectos fantásticos que sólo pretenden llamar la atención. Es hora de plantearnos proyectos reales que beneficien a la ciudad y repercutan en los ciudadanos. No estoy seguro de que sea posible lograr tal cosa. Por lo que hemos visto hasta ahora, la Diputación sólo piensa en la cultura como instrumento de propaganda: ahí está el vergonzoso premio Azorín. En cuanto al Ayuntamiento de Alicante, basta ver el presupuesto que destina cada año a Cultura para conocer su interés en el asunto. Por ese camino, no llegaremos muy lejos. La transparencia que practica el concejal Daniel Simón no es suficiente para solucionar el problema. Alicante necesita una política cultural que tenga en cuenta las necesidades reales de la ciudad, y los beneficios que podría obtener de la cultura. Para eso, claro, hace falta dinero.