Perseguidos, asediados, como si fuéramos cuasi delincuentes. Si le pregunta a cualquier agricultor, este es el sentimiento de muchos de ellos. Las presiones que ejerce la Administración al sector agroganadero se han multiplicado en los últimos años, provocando la sensación de que lo único que pretenden es dar caza al agricultor asfixiándole con trámites interminables, papeleos e inspecciones que buscan el mínimo resquicio legal para tratarlo de irregularidad y sancionar. Y es que, si no tuviéramos suficiente con los problemas a los que se enfrenta el sector diariamente, como la sequía o los bajos precios, de unos años a esta parte tenemos que vivir una persecución ante el aumento de normativas asociadas a esta actividad, inspecciones y un aparato burocrático contrario al dinamismo que necesitan las empresas agrarias.

Actualmente nos vemos en la tesitura de tener que sufrir una media de cuatro inspecciones para que los técnicos corroboren que lo que los agricultores tenemos registrado en Conselleria se ajusta a la realidad. Además, también pasamos inspecciones de higiene, de condicionalidad, de trazabilidad?, y en cada visita aparecen en nuestra explotación de tres a cinco funcionarios, algo que, a decir verdad, me choca bastante, ya que la queja más repetida desde Conselleria es que no disponen de personal. ¿No podrían simplificar estos trámites y realizarlos de una sola vez para no entorpecer el trabajo diario? Últimamente éste es el pan nuestro de cada día. Los agricultores nos sentimos vendidos, como si estuviésemos haciendo algo malo.

Por si esto fuera poco, no puedo olvidarme de la burocracia que la Administración ha instaurado en los últimos años. Hacer una gestión, modificación, ampliación, pedir una ayuda? se ha convertido en una tarea imposible. Son tantos los trámites, papeleos y trabas, que resulta más fácil desistir. Por ejemplo, a la hora de solicitar una ayuda, como pudiera ser la de Jóvenes Agricultores, la de Mejora y Modernización de Explotaciones o la tramitación de la PAC, supone tanto esfuerzo que tu empresa cumpla con todos los requisitos, que ganas en salud si desistes de ellas. Parece que están diseñadas para que te aburras y abandones. Acceder a tales ayudas se ha convertido, a día de hoy, casi en un «concurso oposición». Lo único que les falta es hacernos pasar un examen de conocimientos. Hasta tal punto hemos llegado que, incluso, se produce la circunstancia del descontento de los agricultores que han sido seleccionados positivamente para ayudas, debido a la cantidad de trámites y obligaciones a los que van a ser sometidos.

Tenemos que soportar que nos traigan las plagas de Sudáfrica, que no se controlen los productos fitosanitarios de terceros países, que no nos den agua ni nuestras comunidades vecinas, una PAC que dinamita a la agricultura mediterránea, que haya retrasos injustificados en los pagos de las ayudas.... y, ahora, además, tenemos que pasar por el aro de una persecución vergonzosa que nos hace sentirnos como criminales.

¿Es esto forma de dar continuidad y futuro a un sector primario como la agricultura y la ganadería? Las exigencias están siendo desproporcionadas. No tienen en cuenta que la agricultura no está generando beneficios para el productor, pero ha sido uno de los sectores que mejor ha capeado la crisis. Nos están machacando con memorias, justificaciones, planes, informes técnicos? Estamos inmersos en un bucle farragoso administrativo que nos está llevando a la frustración absoluta. Estamos llegando a tal despropósito que un agricultor ya no puede dedicarse a su actividad agraria, sino que tiene que ser un gestor documental para estar al día de todo lo que nos solicitan, lo que deja patente el desconocimiento de la realidad del campo. Por supuesto, quiero dejar claro que para nada estamos en contra de la conveniencia de que exista una reglamentación que obligue a los empresarios en aras de cumplir la trazabilidad y asegurar la salud de la población. Pero se les ha ido de las manos. La complejidad es desproporcionada.

Creo que el sector ha demostrado con creces su capacidad de profesionalización, competitividad y adaptabilidad a los nuevos tiempos, por tanto, es hora de que los políticos hagan su trabajo, legislen con responsabilidad y sentido común, realicen un ejercicio de simplificación administrativa y dejen de cuadrar las cuentas de este país con la agricultura y la ganadería.