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Manolo Alarcón

Tristeza

De año en año me vienen a la memoria unos versos de Miguel Hernández que colgaban del primer póster que tuve en mi habitación. Lo había comprado por correo, fascinado por ese excelente dibujo de Buero Vallejo. En ese tiempo que es la juventud, de horas vacías que llenas con cualquier cosa, los fui repitiendo. « Aquí estoy para vivir mientras el alma me suene...», « me duele ese niño hambriento como una grandiosa espina...», « alto soy de mirar a las palmeras...». De esto hace ya casi 40 años. Y, siempre que recuerdo al poeta, lo hago con agradecimiento a Pepe Belso, uno de esos maestros que todos deberíamos tener alguna vez en la vida. Que nunca se olvidan porque pasan a formar parte de nosotros. Lo conocí con 12 años en la extinta EGB. Barba cerrada, gafas y un sempiterno pitillo que nunca le abandonaba. Voz ronca y autoritaria. Ojos claros y mirada sincera. Belso era un enamorado de Miguel Hernández y, desde hace años, junto a él recita sus versos en alguna nube. De sus labios escuché su nombre por primera vez. Fue el profesor que me enseñó al poeta. Una lección para mi vida.

Ayer, 28 de marzo, en Orihuela, al cabo de seis años y medio, el Ayuntamiento ha tomado posesión de la supuesta Casa Natal de Miguel Hernández, cedida por el Consell, que no es más que un minúsculo edificio que costó 600.000 euros y que nadie sabe a ciencia cierta para qué servirá. El alcalde, Emilio Bascuñana, quien se quedó esperando al ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, que le había prometido venir a Orihuela, se ha visto rodeado de cargos socialistas, encabezados por el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y ha aprovechado el acto para darle un «sartenazo», otro más, a cuenta del decreto de plurilingüismo. He leído que la Diputación de Jaén -que compró todo su legado en 2013 por, poco más o menos, cuatro falsas casas natales- va a ponerlo en valor a 284 kilómetros de su hogar, donde ahora se expone como un hito el camastro en el que durmió, que fue recientemente donado y que es lo único original, prácticamente, que guarda la ciudad del poeta. Abro la web del Instituto Cervantes, cuyo director, José Manuel Bonet, inauguró hace tres semanas los actos de la conmemoración y no encuentro referencia alguna a la efeméride. Su cabecera está dedicada a los exámenes de español. Vuelvo a pensar en qué debería ser este día y en qué se ha convertido y me embarga la tristeza.

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