Ciertos sectores de la militancia del partido socialista se han podemizado durante la dirección de Sánchez. Se les ha imbuido la falsa consigna de la regresión a unos valores perdidos, sacralizando la incoherencia de principios vacíos y dando patente de credibilidad a una ilusión basada en la demagogia, en controversia con el pragmatismo que debe imperar en toda acción política. Siguen al otrora secretario general únicamente por negarse a posibilitar un gobierno de Rajoy, muchos de ellos prefieren mil veces pactar con Podemos y/o separatistas antes que dejar gobernar a quien gana las elecciones. Lo dijo Fernández, presidente de la Gestora, cuando afirmó que las bases se habían podemizado. Ponía entonces el dirigente asturiano encima de la mesa una velada proposición disyuntiva a los compañeros, que a sabiendas o no, hubieran caído en ese absurdo: ser militante socialista abrazando fundamentos del movimiento podemita. O eres de Podemos, o eres del PSOE. Ambas concepciones ideológicas no caben al tiempo en una misma organización política.

Ante la apertura de la carrera electoral en las primarias socialistas, sería bueno aclarar conceptos y modelos. El absurdo acercamiento de Sánchez a posturas radicales y rancias de Podemos, ha tenido como consecuencia que parte de la sociedad española se impregne del advenimiento de discursos hueros, respondiendo a complejos problemas sociales con soluciones de sencillez pueril y praxis inaplicables. De otro lado ha contribuido a llevar al extremismo las quejas sociales, derivadas de las comprensibles desesperanzas tras una crisis que aún golpea a los sectores más desfavorecidos, generando un empleo que no cumple con las expectativas que una sociedad, basada en el estado de bienestar, ha creado desde la exigencia de conjugar el verbo empoderar en sus justos términos. Además, Sánchez rebasa los límites del pensamiento federalista, de la declaración de Granada, y de la Constitución, proclamando su paradigma de la organización territorial: la plurinacionalidad.

Podemos, también el PP, es sin duda el máximo beneficiario de la rentrée de Sánchez. Esos diez millones de votos que suman ambos partidos, no parecen tender hacia un crecimiento de los morados, como tampoco en sus confluencias, a quienes los datos demoscópicos sitúan tocando techo y/o en recesión. No así en el caso de el electorado socialista, que a poco que cambie su rumbo, volverá, a revertir la situación, recuperando votantes que le sitúen a la altura de los populares, o incluso con opciones de rebasarles en confrontaciones electorales venideras. Es en ese terreno donde radica la socialdemocracia, sintetizada en un discurso, probablemente el mejor en los últimos veinte años en el socialismo español, sin fisuras, erudito y racional hasta la médula que Javier Fernández dio el pasado sábado ante sus compañeros de partido.

Impedir la podemización de militantes, y parte de la sociedad, debiera ser el objetivo principal de la nueva dirección socialista, desde la beligerancia discursiva sin complejos como deja patente el dirigente asturiano, «discurso que debería de trascender a la militancia, porque la gente tiene derecho a saber lo que pensamos los socialistas de la política, del partido, de la democracia, del modelo de Estado, de la construcción europea». Las diferencias abismales se deben implementar en la opinión, los proyectos, las maneras, dejando en evidencia la carencia intelectual de los planteamientos que se ofrecen desde posturas radicales, con recetas conocidas que conducen a preocupantes populismos. La renovación de la socialdemocracia debiera pasar por la búsqueda de nuevas fórmulas, que basadas en la redistribución de la riqueza, ofrezcan alternativas en pretérito perfecto que aborden las deficiencias sociales del sistema antes de que se hagan realidad. Acudiendo de nuevo a las sabias palabras del presidente de la gestora, hay que rechazar que el PSOE se convierta en un partido más plebiscitario que deliberativo, más asambleario que representativo, ejerciendo siempre la política sabiendo que es el único poder al alcance de los que no tienen poder.

Presentada en sociedad la candidatura de Díaz, la suerte está echada. No va más, que diría el crupier ante las apuestas por quién se llevara finalmente la victoria. Susana tuvo, como era de prever, a todo el aparato a su lado, dándole calor, son sus buscadores de votos, y tuvo también entre los miles de asistentes a otros tantos militantes de base que representan tanto o más a las bases del partido que los que van a oír y aplaudir a Sánchez. López tiene toda la pinta de un «outsider». Las urnas, esta vez sin cortinas que las tapen, tienen la última palabra, que, como en las votaciones del Comité Federal, habrá que aceptar democráticamente lo que dicten.