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Medioambiente: Qué hace quién

Se trataría de ver qué mueve a gobiernos, empresas, partidos, movimientos sociales en el tema del medioambiente, y levantar acta de los límites de sus acciones y, una vez evaluada la posibilidad de superarlos, hacer un mínimo pronóstico de lo que se puede esperar de cada uno de ellos.

Cierto, pasando al medio ambiente, emocionarse con la «hora del Planeta» de hace poco puede ser gratificante, pero no efectivo. Una hora menos en el dispendio de tan excesivas iluminaciones es más que nada, pero menos de lo necesario. Y los efectos prácticos de cara a la «concienciación» son, prácticamente, nulos. Pero no estuvo mal como espectáculo que las televisiones se encargaban de cubrir en tiempo real (las televisiones son servicio público y no se apagan nunca). Pero vayamos a los actores.

1. Los gobiernos. Se deben a la capacidad que tengan de manipular a sus ciudadanos. En general, están dispuestos a la retórica más encendida (o apagada), pero no a las decisiones concretas que comprometerían su reelección. El ejemplo más visible fue el de Bush I, en la cumbre de Río, diciendo que no podía firmar el protocolo porque a él le votaban en Detroit y en Detroit no estaban por la cuestión. Pueden, eso sí, firmar brillantes protocolos como el de China - USA (bajo Obama) que ya nació como papel mojado y mucho más mojado ha quedado por la parte trumpista. El gobierno español que tanto dice que, en el caso de los estibadores, tiene que seguir las directrices de la superioridad (es decir, de Bruselas), es el mismo que se salta a la torera las directrices medioambientales de la susodicha autoridad superior. Con las cosas de comer, no se juega.

Si la lógica del gobierno es mantenerse en él, la lógica de las grandes y medianas empresas es la de la acumulación de beneficios (la de las pequeñas suele ser la de sobrevivir). Y ese beneficio tiene que ser a corto plazo. Mirar más allá es perder un tiempo que vale oro. Y si hace falta agredir al medio ambiente, pues se agrede. Y si saben que lo que están haciendo es dañino para la ecología, pues, en el mejor de los casos, se callan y, en el peor, se enzarzan en políticas «negacionistas»: el glifosato no produce cáncer, las no-renovables van a durar más de lo que se dice y, en todo caso, no son dañinas para un inexistente cambio climático. Monsanto y ExxonMobile ya han sido objeto de acusaciones y pleitos varios.

Si están en el poder, véase punto 1. Si no lo están y podrían estarlo, propondrán lo que más guste a sus posibles electores. y evitarán lo que les pueda molestar. Si no lo están y saben que nunca lo estarán, entonces pueden ser claros y diáfanos y hasta incendiarios si hace falta... dando vivas al sol con tanta retórica vacía de contenido aplicable (ciertamente no por ellos). Algo así como declararse contrarios a la ley de la gravedad. En todo caso, no vendrá mal preguntarse quién de los que están en el apartado anterior (empresas) les ayuda fraternal y generosamente a su financiación (Son conocidas las iniciativas políticas de un miembro del gobierno de Bush II a favor de empresas químicas... que habían hecho sustanciosas donaciones a su campaña). Encuestas en mano, se sabe que los electores que se declaran de derechas suelen ser más escépticos sobre el problema medio ambiental y, en concreto, sobre el cambio climático que los que se declaran de izquierdas. Pero declararse es gratis.

Los hay de muchos tipos. Los hay retóricos o amantes de acciones simbólicas (como dejar el contaminante coche o avión una hora al año). Los hay «concienciadores» que, por lo general, conciencian a los concienciados o, incluso, irritan a los que tienen intereses en los objetos de algunas de sus campañas. Y los hay capaces de intentar incidir en las políticas mundiales (porque si el problema es mundial, la solución tiene que ser mundial, aunque eso no significa que no se puedan defender determinados parajes o especies en extinción). Desgraciadamente, esto último choca con el poder realmente existente en 1, 2 y 3.

Quedamos Acabo de avanzar lo que puede esperarse de esta categoría, de gente que prefiere mirar hacia otro lado, no plantearse «qué futuro para nuestros nietos» y acatar, cuando no reforzamos, las reglas del juego mundial que se llama capitalismo, no ecologismo ni siquiera laborismo.

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