El próximo año, 2018, tendremos en Vitoria, en el País Vasco español, el Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo. Y cuando este centro abra sus puertas, seguirán existiendo en esa "memoria", todavía, unos 300 crímenes sin resolver. Pero sus puertas abiertas constituirán el símbolo de la derrota de ETA. La derrota de este grupo separatista vasco que tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos es considerado una organización terrorista. Una organización que en 40 años ha asesinado unas 829 personas, entre las cuales hay políticos elegidos democráticamente, guardias civiles o funcionarios,? o simplemente ciudadanos que estaban o pasaban por aquel lugar. Sin embargo debilitada tras una intensa acción policial y judicial, ETA anunció en 2011 el fin de la violencia. Y ahora, seis años más tarde, anuncia su desarme para el 8 de abril, incondicionalmente. Recordemos que entre otras demandas, ETA ha condicionado su disolución a que los presos de su organización sean trasladados cerca de sus ciudades de origen en el País Vasco.

Pero en este proceso de pacificación se corren dos riesgos. Uno es que si se destruyen las armas de los atentados sin el control policial y judicial, se destruirán pruebas de los aún numerosos casos sin resolver. Y otro es que se accediese a algún tipo de negociación política, o a que una ONG u otro tipo de organización civil se implicasen en este desarme. Ya que ello contribuiría a dignificar su disolución y a arrojar un tupido velo político a las víctimas (incluyendo a los familiares). Sin embargo, en todo este escenario, los intereses políticos y electorales impiden que haya avenencia desde el lado de las víctimas y su memoria. De modo que mientras el gobierno de Iñigo Urkullu esta preparado para contribuir al proceso, los gobiernos de Francia y España han rechazado tomar parte en él. Y de entre los principales partidos políticos españoles, solo Podemos es favorable a unas negociaciones. Toda una discrepancia política que agita, nubla y desconecta el símbolo de la derrota de ETA. Un paisaje nublado que también hemos tenido en el reciente atentado que ha rozado y ha hecho agitarse al símbolo de la democracia británica: Westminster. Y ello en el marco de la especulación política y estratégica del atentado.

Nigel Farage, uno de los responsables del Brexit, y desconectado de la realidad, lo interpreta como un ataque terrorista ligado a la política de inmigración. Y conectado a las prohibiciones de Trump a musulmanes procedentes de Oriente Medio. La primera ministra polaca, Beata Maria Szydlo lo ha interpretado conectando las políticas de inmigración de la Unión Europea con el terrorismo. Y Aamaq, la agencia de noticias de Isis, divulga que el atacante era "un soldado del Estado Islámico". Con la intención de "golpear a los países de la coalición". Pero el Estado Islámico no ha facilitado el nombre del autor (Khalid Masood, de 52 años, viviendo en Inglaterra) antes que la policía. En cualquier caso, si esta reivindicación fuese cierta, sería el primer ataque yihadista en suelo británico. Por su parte, la policía británica cree que el atacante actuó solo e inspirado en el terrorismo internacional. Al acto terrorista no siguieron otros ataques planificados. Pero a continuación, arrestaron (en redadas hechas en Birmingham y Londres), en diferentes puntos del país, a 8 personas sospechosas de preparar acciones terroristas.

En toda esta especulación la distinción entre acto terrorista inspirado y acto terrorista directo (organizado por un grupo terrorista, como Isis) es fundamental. El reciente escenario del terrorismo sigue extendiéndose. Paris, Bruselas, Berlín, y ahora Londres. Ahora Londres, con el mismo modelo de ataque en vehículo que en Niza y Berlín. Y coincidiendo en la fecha del 22 de marzo con el ataque en el metro y aeropuerto de Bruselas en 2016, y que mató 32 personas y produjo numerosos heridos. Pero con la diferencia de que en éste de Londres, las víctimas proceden de 11 países (por este dato el ministro de exteriores británico Boris Jhonson lo califica como un ataque al mundo), y rozó al Parlamento Británico (representando los valores de democracia, igualdad, libertad). Y, tuvo sus efectos en el Parlamento Sueco y Parlamento Noruego. Ya que éstos, como precaución, fueron protegidos por la policía armada. Señal de que en Europa el riesgo es alto. Pero además sirve, una vez más, para se subraye, y esta vez lo hace Vladimir Putin, la necesidad de que todos los miembros de la comunidad internacional se unan en un esfuerzo global contra el terrorismo. Sin embargo, este escenario del terrorismo que sigue extendiéndose no solamente necesita minimizar los impactos de estos ataques, sino también, lo que es más importante, prevenir o evitar que la gente apoye a los terroristas, se inspiren en ellos o lleguen a serlos.