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Jorge Fauró

La izquierda jurásica

Imagino que los partidos políticos han desechado ya todo recurso al marketing. Las redes sociales, pobladas en su más amplio espectro de chavalada y de usuarios menores de 55 años, están opinando a gusto sobre lo que está pasando dentro del PSOE, en relación a las primarias del 21 de mayo de las que saldrá el próximo secretario general. También sobre lo que ocurre en Podemos, donde mucho de lo relevante que allí acontece se debate a golpe de móvil. En contra de lo que los community manager dicen a sus líderes, Twitter no sirve para ganar elecciones. Ni siquiera es un termómetro fiable para conocer de cerca lo que piensa realmente la opinión pública. Pero con la facilidad que otorga enviar una opinión desde el teléfono, en muchos casos de forma anónima, se tratan los mismos asuntos que antaño en el bar o en el parque, sólo que con más vehemencia. Hablábamos del marketing. Se pueden inmaginar lo que dio de sí la imagen de Susana Díaz, que aspira a gobernar primero el partido y luego España, flanqueada por Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfonso Guerra. Muy cerca, Rubalcaba; más allá Trinidad Jiménez, José Bono y Pepe Blanco. Zafiedades aparte, lo más ingenioso que leí mientras la presidenta de Andalucía se postulaba para que el PSOE «vuelva a ser lo que fuimos», fue que el acto se estaba celebrando en Dinópolis, un parque temático de Teruel dedicado a la paleontologia y los dinosaurios. El PSOE nunca será lo que fue, como la sociedad de 2017 no es la de hace 10 años, ni la de hace 20, 30 ó cinco. Pero que se olvide Pedro Sánchez de representar la novedad frente al aparato. También lo extinguió el big bang. Ya ha perdido en dos ocasiones contra el Rajoy más desgastado, y como Susana Díaz, por distintas razones, parece poco probable que el mismo electorado que le negó dos veces vaya a bendecirlo en el futuro. Sánchez fue aparato, como Patxi López, al que supongo generador de la misma ilusión en devolver al PSOE el liderazgo social que la de sus compañeros.Puede que en Podemos los rostros sean más nuevos que los que arropaban a Susana Díaz, pero sus métodos de partido de toda la vida huelen a naftalina igual que los socialistas. De Errejón ya nadie se acuerda. Quizá no se trate de marketing, sino de la falta de voluntad para la renovación de nuestra clase política.

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