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Arturo Ruiz

¿Y si vuelve la oscuridad?

Os veo contentos y contentas, compañeras y compañeros. Reconfortados porque, después de todo lo que hemos pasado y sufrido, nuestros más altos cargos nos dicen al fin qué es lo que hay que hacer para recuperar la ansiada calma perdida: nos lo dicen nuestros líderes autonómicos y nuestros alcaldes, nuestros diputados y nuestros secretarios; nos lo dicen el compañero Ximo Puig y el compañero Gabriel Echávarri (qué cosas, Gabriel, qué cambios de opinión, quién lo iba a decir hace unos meses); nos lo dicen el insigne compañero Jose Luis Rodríguez Zapatero y el aún más insigne Felipe González. Todos ellos, lo mejorcito de esta casa, los que nos representan en tantas instituciones y los que aún son memoria reciente de las glorias del partido, nos indican el camino a seguir: todos estuvieron ayer en Madrid arropando a la compañera Susana Díaz para sugerirnos que en las primarias debemos votar por ella como nuestra nueva líder espiritual porque ella es el futuro, el nuevo faro que alumbrará tanta tiniebla. Por fin, pensáis. Por fin dejaremos de padecer. Por fin hay luz.

Y no digo que no tengáis razón, compañeras y compañeros. Pero, ay, tengo dudas. Mientras Ximo y Gabriel y José Luis y Felipe estaban en Madrid, el militante de base de toda la vida, el que abre la casa del pueblo cada amanecer, el concejal de pueblo pequeño y aldea perdida, el músculo del partido durante décadas, el que se sigue partiendo la cara con gaviotas y mareas moradas y naranjas en reuniones de barrio, ése, o, bien, no quiero exagerar, muchos de ésos, estaban en València arropando al compañero Pedro Sánchez (sí, al examigo de Gabriel). Y ellos también votarán en las primarias. Y yo me pregunto, compañeros, ¿y si gana Pedro? O, incluso, ¿y si lo hace Patxi? ¿Cómo iban a quedar entonces nuestros bienamados líderes actuales en Alicante, València y el resto del mundo? ¿Tendrían que marcharse todos a casa? ¿Nos enfrentaríamos a una nueva hecatombe? ¿Volverían a reírse de nosotros Mariano y Pablo hasta no poder más? Ya, ya. Me decís que eso es imposible. Que para eso está el aparato. Para mimar al partido y salvarlo de experimentos. Vale. Pero también hemos prometido que lo de los aparatos se había acabado, que ahora sí seríamos como nos pide el pueblo, un militante, un voto, sin pucherazos ni fontanerías. Así que ¿y si pasa? ¿Y si la luz del faro se vuelve a oscurecer? Ay.

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