Algunas de las cosas que pasan en Alicante son de chirigota pura. Parece que nos tomamos a chufla a nosotros mismos, y somos capaces de bromear hasta con lo más sagrado, si me apuran. Si no están de acuerdo con lo que digo, vean la gloriosa a la par que inverosímil intervención del exconcejal de Comercio de Alicante, Antonio Sobrino, en el programa First dates, o sea primeras citas, quedándose con todos nosotros con lo de su salida del armario. Lo de que a Toño le pueda gustar otro tío lo respeto, pero no me lo creo ni de lejos, pese a los ojitos que le ponía al simpático sexólogo. Que haya sido capaz de montar este circo ante toda España, con sonido de Brokeback mountains de fondo, da una muestra del cachondeo que nos traemos por aquí. Cachondeo auténtico.

Si uno no se toma en serio a sí mismo, imagínense el resto cómo se lo va a tomar a uno. Por eso Alicante y la Comunidad no son capaces de pegar un estirón y salir del estado de catatonia en el que se hallan. Porque nos tomamos las cosas sin la debida seriedad. Hay temas con los que se puede bromear y otros, en cambio, con los que no. Pero aquí todo vale. O eso es lo que nos creemos. Pretendemos legislar en materias que no nos corresponden, como el régimen de custodia de los hijos o el económico matrimonial, y viene el Tribunal Constitucional y nos tira de las orejas, declarando inconstitucionales las normas valencianas. Y no pasa , como diría José Mota. Luego pretendemos imponer por decreto el plurilingüismo sin la debida equidad hacia todos los escolares y el ministro de Educación nos llama a capítulo. Doy por hecho que los afectados interpondrán también recurso. Y tampoco pasa ná. Por otra parte, el Ayuntamiento de Alicante se cepilla sin cumplir las normas los nombres de un porrón de calles y el juzgado les obliga a reponerlas, a lo que se hace el remolón, porque para quitarlas bien que se dio prisa. Y tampoco pasa .

La ligereza y el humor están bien para los ninots de las Hogueras, pero en otras cuestiones el rigor es lo aconsejable y hasta diría que necesario. Todos nos reímos de las ocurrencias, pero algunas no tienen gracia y resulta incomprensible que no haya consecuencias para quienes desde el ámbito público actúan por impulsos sin mirar si las decisiones son o no procedentes conforme a la ley para empezar a hablar. Y éste es un mal extendido con gobiernos de uno u otro signo.