¿Quién no se ha sentido preocupado por Europa durante este último año? ¿Quién no ha tenido la sensación de que el impulso europeo que hemos vivido en las últimas décadas está diluyéndose?

Quizás ustedes, como yo, han estado esperando que Europa despierte y comprenda que hemos perdido de vista la importancia del sueño europeo, de la trascendencia de unir nuestros destinos para construir juntos algo más grande de lo que podríamos conseguir por separado, del anhelo por mantener y hacer crecer un modelo que ha garantizado la paz y el desarrollo en una parte sustancial del viejo continente.

Y entonces, una mañana de San Juan, nos despertamos con el resultado del referéndum en el Reino Unido y con la constatación de que el ímpetu europeo se había detenido. Nos situamos, así, en un escenario en el que la construcción europea no solo no avanzaba, sino que corría el riesgo, por primera vez en nuestra historia común, de dar un muy relevante paso atrás. Es evidente que los riesgos todavía están ahí, inmersos como estamos en un territorio inexplorado del que no saldremos fácilmente en los años venideros; aunque las últimas elecciones en Holanda y las encuestas -con un cierto margen de error- en Francia y Alemania nos permiten seguir soñando.

Es por eso que, pese a todo, quiero seguir siendo optimista. Confío, de forma racional, en mantener no sólo la unidad actual de la Unión Europea sino, incluso, en que podamos incrementar el número de 28 en el futuro.

Por eso, el 60 aniversario del Tratado de Roma, de la creación formal de lo que hoy es la Unión Europea, no podía llegar en mejor momento.

Es el momento de celebrar años de trabajo conjunto e ilusiones compartidas, de esfuerzos por alcanzar acuerdos que se han traducido en una mejora sin parangón en la calidad de vida de los ciudadanos de Europa, con la desaparición de las fronteras interiores, con la creación de un mercado único y de una moneda común. Es el momento de celebrar la interculturalidad creciente en nuestras sociedades, del programa Erasmus que ha permitido a millones de estudiantes conocer mejor la realidad de sus vecinos.

Y, sobre todo, es el momento de celebrar la paz. No lo olvidemos.

Es el momento de detenerse y recordar de dónde venimos. Venimos de una Europa en guerra. Venimos de una región que en menos de 40 años fue escenario central de dos guerras mundiales. Venimos de ser testigos de la barbarie. Si alguien no lo recuerda, que pregunte a sus padres, a sus abuelos, a sus vecinos. Venimos de un lugar que no se puede olvidar. Por eso debemos recordar que cuando los padres fundadores de Europa optaron por unir el continente con la fuerza de la ley y no mediante la fuerza de las armas, se inició un periodo de más de siete décadas de paz allí dónde la guerra parecía haberse convertido en una lúgubre costumbre.

Es cierto que la celebración no debe ser una excusa para ocultar los aspectos que se pueden mejorar de nuestra Unión, pues todavía tenemos por delante un gran número de retos, desde la globalización o el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad y el empleo, a los problemas de seguridad y el auge del populismo (aprovecho estas líneas para expresar mis condolencias a las víctimas y familiares del reciente atentado de Londres).

Por ello, es el momento de hacer frente a la disyuntiva a la que nos enfrentamos: ser barridos por las tendencias actuales o asumirlas y aprovechar las nuevas oportunidades que traen consigo. Este aniversario no debe considerarse como una simple celebración para recordar un acontecimiento histórico, sino como una oportunidad para reactivar el proceso político europeo y el fortalecimiento de las instituciones de la UE. Por eso, desde la EUIPO, como agencia de la Unión Europea -y como grupo humano de todos aquellos que la integramos- queremos, de forma humilde, contribuir a la conmemoración del sexagésimo aniversario del Tratado de Roma, y animamos a la provincia de Alicante a unirse a las celebraciones en aras a impulsar nuestra condición de europeos y reforzar el ejercicio de los valores y principios que han hecho de Europa una Unión, recordando que, ante el escepticismo, más Europa. Es el momento.