El horrendo crimen terrorista perpetrados en Londres ha provocado un justificado repudio mundial. Esos execrables y brutales asesinatos no tienen justificación, son una muestra más de la idiosincrasia del fanatismo religioso o ideológico, el cual busca sufrimientos y muertes para imponer el terror. Este cruel asesinato en el seno de la City europea es caldo de cultivo para la ultraderecha, el populismo la xenofobia y la islamofobia.

Londres es uno de los dos centros financieros más importantes del mundo, es una urbe multirracial donde conviven culturas que hablan más de trescientos idiomas distintos, es la segunda ciudad más grande de Europa, la ciudad mundial, uno de los centros importantes en el ámbito del comercio, la educación, el conocimiento, la cultura, la moda, y por supuesto las finanzas, los medios de comunicación, la investigación, el turismo. Tiene el mayor sistema aeroportuario del mundo según el tráfico de pasajeros. Sus 43 universidades constituyen el mayor conglomerado de centros de estudios superiores de toda Europa.

Dar una respuesta a las causas de este terror es complejo y riguroso por la magnitud de los hechos y las características de su actuación, no es sólo causa de un fanático, ni consecuencia de una maniobra terrorista aislada, sino que es una demostración de radicalización yihadista en Europa, del cual los servicios de inteligencia ingleses aún no cuentan con toda la información, por eso las evaluaciones abordadas son tomados de los hechos fácticos y se requerirá una posterior reflexión sopesada por los órganos de seguridad e inteligencia de ese país.

En democracia, la libertad es uno de los pilares esenciales de los derechos humanos, es el paradigma por el cual debemos luchar y si merece la pena hasta morir, como lo hicieron heroicamente los periodistas y rehenes franceses el 7 de enero del 2015.

La libertad necesita la ley para proteger a los ciudadanos libres de la arbitrariedad y el terror. La decisión que tomen los gobiernos de la Unión tendrá que compensar libertad con justicia e igualdad para conservar nuestras libertades ante las reacciones de los populistas. Como bien señaló el presidente Hollande en el discurso por lo ocurrido en Charlie Hebdo que «la libertad es más fuerte que la barbarie».

Pero la democracia occidental tiene sus propios cómplices y la corrupción es uno de ellos. Los corruptos pactan con las instituciones financieras fraudulentas para lavar el dinero público y con instituciones mafiosas por sus bajos precios y opacidad.

Las debilidades políticas también son aprovechadas por el Daesh, léase «Brexit» y por la ultraderecha que con ese pretexto lanzan mensajes en defensa del nacionalismo y contra la inmigración.

En la política contra la violencia asesina, la democracia necesita transparencia, libertad e igualdad ante la ley y valores, no puede darse el lujo de incumplir esos principios, porque en ello está la verdadera seguridad de sus ciudadanos. Es imprescindible una acrisolada ética pública y privada en el enfrentamiento contra los corruptos, prevaricadores y sobornados porque ahí está una de las batallas contra el terrorismo.

Aun recordando el vil atentado londinense del 2005 donde murieron ciudadanos ingleses y de otras nacionalidades, la ultraderecha «oportunistamente» aprovecha estos terribles asesinatos para salir a la calle y retomar su ideología, exacerbar el islamismo y la xenofobia en pos de galvanizar su fanatismo, lo que le permite a uno y a otro complementarse mutuamente, haciendo muy difícil definir la responsabilidad a la hora de evaluar las causas de estos pavorosos crímenes.

Igualmente, la historia recuerda también que estos radicales del terror fueron en sus orígenes ayudados, financiados y preparados por los EE UU como fuerzas por la libertad contra los regímenes de Afganistán y luego contra el régimen sirio, creándose Al Qaeda, Bin Laden y el Estado Islámico en Siria. Pero los fanáticos terminaron ocupando parte del territorio sirio e iraquí y ahora radicalizan a jóvenes en Occidente, los huérfanos de antaño ya tienen su propio tutor: «el Califato».

Lo acontecido en Londres se gestó bajo la incertidumbre del «Brexit» en un complejo panorama europeo. El Daesh, en su estrategia, busca protagonismo y Londres es el sitio idóneo.