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Juan José Millas

Hasta mañana

¿Cuántas energías se deben gastar en lo que no tiene arreglo? La repuesta es ninguna, claro, pero en la práctica consumimos más tiempo y esfuerzo en lo que no tiene arreglo que en lo que lo tiene. En alguna ocasión deberíamos ir a favor del desarreglo. Eso significa abandonarse al caos. El caos es más benigno de lo que parece. Cuando dejas de oponerle resistencia, te das cuenta de que también tiene sus límites, incluso sus límites morales. Me dice todo esto un amigo enfermo en su cama de hospital, conectado a un ordenador en cuya pantalla aparece una rayita verde que forma picos y valles. Resulta hipnotizante. Mi amigo dice que todos dependemos de una rayita como esa, aunque no la veamos. Cuando desaparecen los picos y los valles, significa que te has muerto. O que se ha ido la luz. A veces, cuando se va la luz, creemos que nos hemos muerto. El problema, añade mi amigo, es de punto de vista, de emplazamiento de cámara. Antes del infarto, dice, pasé dos semanas con un nudo de angustia en el pecho. Ese nudo fue actuando sobre las arterias, las comprimía, creo.

-Digo que las comprimía por decir algo -añade-, no sé cómo la angustia se transformó en infarto. Juanjo, lleva cuidado con la angustia.

-Mi amigo estaba angustiado por un problema personal que se solucionó solo mientras lo conducían a la UVI. Churchill decía que había perdido la mitad de la vida pensando en cómo arreglar catástrofes que nunca llegaron a suceder. Mientras mi amigo me cuenta todo esto con la paz del recién infartado, mi nudo de angustia crece. De súbito, empieza a dolerme el pie derecho por culpa del nudo de los cordones, demasiado apretado. Lo deshago y lo vuelvo a hacer. Una metáfora. Al levantar la vista, observo que la rayita verde del ordenador comienza a oscilar de una manera irregular. Mi amigo dice: «Aquí está otra vez». Toco el timbre y enseguida llegan un par de enfermeros que se llevan corriendo a mi amigo, supongo que al quirófano. Poco después, nos comunican su fallecimiento.

Vuelvo a casa dándole vueltas al asunto del emplazamiento de cámara. El problema no es el problema, sino el lugar desde el que lo miras. Me abandono mentalmente al caos, y el nudo del pecho se afloja un poco.

Hasta mañana, supongo.

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