a tuberculosis es una enfermedad que en los siglos XIX y XX fue muy frecuente en España y Europa. Con frecuencia los tuberculosos, junto con los leprosos, llenaban los hospitales de crónicos y los hospicios, donde eran atendidos por monjitas. Esa situación cambió cuando el microbiólogo alemán Roberto Koch descubrió el germen que la causaba, y al que dio nombre como bacilo de Koch. Comunicó este hecho el 24 de marzo de 1882, por lo que se decidió que fuera el día de la tuberculosis. Entonces era la causa de muerte de uno de cada siete ciudadanos europeos. Entonces aprendimos que se transmitía fundamentalmente por el aire (vía oro nasal); cuando el afecto la tenía en los pulmones, que era lo más frecuente lo expulsaba con la tos, al estornudar e incluso al hablar (gotas de Flügge) y lo transmitía a los que estaban cerca de él. En general les se entraba por esa vía y luego, una vez dentro de él se extendía por la sangre y los linfáticos.

Suele fijarse en el pulmón, en su zona más alta, lo que llamamos los vértices que es donde acumula más aire, más oxígeno que el bacilo necesita para desarrollarse. Allí destruye la estructura normal del pulmón y produce una cavidad o caverna, donde podía vivir mucho tiempo porque está escondido en las células y los mecanismos de defensa que el organismo pone inicialmente en marcha para defenderse, los llamados glóbulos blancos o leucocitos, no podían comérselo. Al romper el vértice del pulmón es frecuente que el enfermo escupiera sangre, lo que llamamos tener una hemoptisis. Y es habitual que el enfermo tenga fiebre. Al tuberculoso también se le llamaba tísico, término proviene del latín "Phthisis" (consunción).

Otras veces se extiende causando infinitas lesiones, lo que se conoce como una tuberculosis miliar. O se fija a las cápsulas suprarrenales, que son unas glándulas que tenemos encima de los riñones, y al lesionarlas les hacía insuficientes, entonces el enfermo se nota muy cansado y tiene tensiones arteriales muy bajas. En ocasiones del pulmón pasa a las capas que en el pecho, en el tórax, le recubren, afecta a las pleuras, a las que la inflamación puede llenar de líquido que impide la expansión del pulmón y hece que el enfermo note ahogo o fatiga, tenga disnea. También es muy frecuente que el enfermo con pleuritis note punzadas dolorosas al inspirar.

Cuando la lesión evoluciona aparecen cicatrices, el pulmón o la pleura se endurecen y no hacen bien su trabajo. En algunas ocasiones, los cirujanos de tórax debían abrir el pecho y extirpar parte del pulmón dañado, practicando lobectomías. Hoy eso ya es historia. Y lo es porque el bioquímico y microbiólogo ucraniano Waksmann, que en 1952 obtuvo el premio Nobel, encontró una sustancia derivada de la bacteria Streptomices griseus, un antibiótico llamado estreptomicina que era capaz de destruirla. Nacía con él, en 1882, el primer tratamiento eficaz contra la tuberculosis. Hemos sabido que era preciso mantener el tratamiento largo tiempo, varios meses, y que los resultados eran mejores si se asociaba a otros fármacos, por lo que usar tres medicamentos se ha convertido en la mejor oferta terapéutica y ha hecho que la enfermedad sea curable. Hoy disponemos de más de diez antibióticos que son muy eficaces. Sin embargo, su mal uso ha traído graves consecuencias en forma de resistencia múltiple que es la principal dificultad para su tratamiento en la actualidad.

Para saber si alguien padece la enfermedad podemos utilizar varias pruebas. Si expectora, tratar de demostrar el bacilo causante en un esputo que proceda de vías respiratorias bajas, verificar con una radiografía si hay lesión en el pulmón, a veces se usa la prueba de la tuberculina, inyectando bajo la piel el bacilo dañado y verificando la respuesta del organismo en esa zona a las setenta y dos horas. No hay garantía absoluta de que esa respuesta corresponda a padecer la enfermedad, puede que sólo se haya estado en contacto con el germen, pero no se esté enfermo. De hecho en el pasado algunos oncólogos trataban de aumentar las defensas del sujeto contra su tumor maligno estimulando el sistema inmune inyectando el bacilo de la tuberculina.

¿Qué población tiene riesgo de adquirir la enfermedad? Los que están en contacto con tuberculosos, sean sanitarios o vivan en zonas en los que estos enfermos abundan. También los que tienen sus defensas inmunológicas disminuidas, por ejemplo, por padecer sida o ser portador del virus VIH. También los usuarios de drogas no autorizadas, y que se las inyectan.

La tuberculosis se consideraba una enfermedad de los bohemios, tal vez porque su mala alimentación dañaba sus defensas. La lista de los afectos es muy larga, incluye a escritores como Balzac, Bécquer, Allan Poe, Chejov, Guy de Maupassant, Kafka, Moliere, Rousseau y Voltaire, pero también a pintores como Gauguin, o Delacroix y músicos como Chopin, Boccherini, Paganini o Stravinsky, y hay quien se la atribuye a científicos como Cajal.

También ha estado muy presente en las actividades artísticas. Les recuerdo que Violeta, protagonista de La Traviata, pasa toda la ópera enferma de tuberculosis.

(*) Firman también este artículo José María Cuadrado y Francisco Jover, especialistas en enfermedades infecciosas del hospital universitario de San Juan, y Juan Marco, neumólogo del hospital universitario de San Juan.