No hay nada como vivir la vida en positivo, viendo las cosas desde ese ángulo mágico de placer y arrinconando todo aquello que molesta a uno mismo y a los demás. La percepción de la realidad puede ser una construcción personal dentro de los cánones sociales, lo que facilita que tengamos la oportunidad de corregir su sentido final cuando somos conscientes de que algo está distorsionando negativamente nuestra felicidad. Hay una cuestión que puede enturbiar los cambios perseguidos cuando la persona se disfraza de víctima y asume el papel en toda su extensión.

Al igual que ocurre con el mentiroso patológico, el gemebundo habitual encuentra en la queja la fórmula infalible para doblegar voluntades y conseguir todo lo que le venga en gana sin que tercien barreras imposibles. El prototipo de jeremías es aquella persona que sabe posicionarse en el centro estratégico del grupo asumiendo el papel de víctima para quedar como la victoriosa de cualquier contienda.

Su percepción de la realidad es pesimista, con la salvaguarda de que todo lo malo que les ocurre es siempre por causas ajenas. Tienen la necesidad imperiosa de sentirse protagonistas de todos los acontecimientos y si algo sale mal es gracias a los demás. El sentimiento de culpa lo trasladan a los otros sin el más mínimo esfuerzo, lo que les hace sentir bien. Su consuelo por antonomasia es el lamento, cuanto más profundo mucho mejor, porque quienes los rodean se sienten culpables de no poder ayudarlos en la medida de sus necesidades que, por supuesto, son inconmensurables.

Son incapaces de hacer autocrítica y por ello no quieren o no pueden ser conscientes de sus acciones. La responsabilidad de sus comportamientos es externa a ellos y corresponde al resto de la humanidad. Una de sus características más destacas es el chantaje emocional con propios y extraños. Una vez que encuentran el punto débil del contrario, manipulan sus emociones hasta hacerlo sentir responsable de sus actos, con la maestría de un malabarista emocional.

Desenmascarar a los jeremías no es tarea sencilla, porque conocen bien las reglas del juego, entre otras cosas, porque son ellos quienes las ponen. Al estar en permanente estado de lamentación las personas que se encuentran con ellas se sienten más vulnerables y suelen doblegarse sin remisión a sus antojos para intentar amortiguar las emociones y sentimientos de culta por pura empatía. Lo aconsejable, si convivimos con algún jeremías es cortar de raíz sus pretensiones, intentando no dañar su ego, pero siendo tajantes en nuestra postura de ayuda. Necesitamos un escudo contra su pesimismo y sus emociones negativas, y para ello nada mejor que la indiferencia a sus lamentos.