Si con la presencia del exdirigente de los comerciantes alicantinos Pedro de Gea en el consistorio como asesor del tema, ni con sus consejos o indicaciones, ni con sus advertencias o reflexiones, nada ni nadie ha podido con el ciclón Pavón. Como un elefante en cacharrería, el vicealcalde del tripartito ha entrado a saco en el sector del comercio desde que tomara posesión. Su obsesión por los veladores acabará por ser legendaria. Se ha convertido en el guardián de los espacios públicos. No atiende a razones, sus enfrentamientos dentro y fuera de la casa consistorial son numerosos. Desde sus riñas constantes con el alcalde, hasta sus frecuentes disensiones con colectivos de todo tipo de la ciudad, han hecho de él, en su faceta de servidor público, una persona poco accesible y obstinado hasta el límite en la aplicación de su particular visión de adaptar reglamentos o normas afecten a quien sea, comerciantes, hostelería o turismo. La terraza del Teatro Principal es la última víctima de su ideologizada manera de ver y solucionar las cosas.

Su capacidad de gestión, administrar los dineros públicos para beneficio de la ciudad y vecinos, se ve seriamente constreñida por su empeño en llevar los conflictos al terreno de la prioridad que da a la praxis de su ideario político, alejada en muchos casos de las soluciones prácticas y beneficiosas para la ciudad, que no para resarcimiento de una minoría que le baila el agua cada vez que toma decisiones polémicas y harto peligrosas para el futuro de la misma. Su posición intransigente en los presupuestos municipales, no hace sino confirmar su personalidad excesivamente retadora y poco tendente al diálogo, dejándose influir por sus cuitas personales que están llevando a un punto muerto a la aprobación de los presupuestos que la coalición gubernamental, que él copreside, ha de sacar adelante este miércoles.

Si por sus hechos los conoceréis, está claro que Pavón no ha tenido inconveniente en mostrarse tal como es desde el principio de la legislatura, incluso cuando esta todavía no había ni comenzado y ya la hostilidad hacia el grupo socialista, concretada en su candidato a la alcaldía Echávarri, se hacía patente en cada una de sus intervenciones públicas. Desde entonces su cruzada contra el desarrollo turístico, comercial y hostelero de la ciudad se ha convertido en una obsesión de tal naturaleza, que hará bien en hacérselo mirar. Siempre encuentra comas, informes, o frases a interpretar de las normativas vigentes que aplica con desmesura en sus decisiones que como mínimo parecen más que discutibles. No admite la controversia como la proyección del diálogo cuando pasa a ser una discusión de opiniones contrapuestas, con lo que o bien acaba por llevar adelante sus planes sin más, o conduce al consistorio a una encrucijada irresoluble, o a una judialización nada aconsejable. Gobernar nunca ha sido símil de mandar, aunque algunos se empeñen en asimilar ambos conceptos.

La acumulación de casos ante los tribunales que interfieren en la actividad del equipo de gobierno, ralentizando las soluciones y perjudicando notablemente al conjunto de los vecinos de la ciudad, no hace más que poner de manifiesto la incapacidad de consensuar y dialogar que tanto se criticó en su momento a los anteriores inquilinos de los despachos nobles del Ayuntamiento. El fuego cruzado con el alcalde y concejales socialistas, e incluso dentro de sus propias filas, en las que la tránsfuga Nerea Belmonte se ha convertido en su peor pesadilla, coloca al líder de Guanyar en una posición bastante incómoda, poniendo de manifiesto su exigua capacidad de aceptar propuestas de quien ha demonizado, no admitiendo enmienda alguna presupuestaria de las presentadas por la díscola concejal no adscrita, dirigidas todas ellas al área de acción social, en un pulso que hace tambalear el tripartito poniéndole a los pies de los caballos. Los vecinos van tomando nota, y en las próximos comicios lo que fue un ajustado encaje para gobernar en coalición desde la izquierda, se puede revertir en una senda más cómoda para llegar a un acuerdo desde posiciones del centro derecha. Si Echávarri no puede ejercer como alcalde, y Pavón sigue ejerciendo más como oposición que como socio leal, el tripartito tiene sus días contados. La prueba del algodón, en la aprobación de los presupuestos.