Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Isabel Vicente

Pasiones

Investigadores de la universidad portuguesa de Coimbra han demostrado que el amor romántico y la pasión por el fútbol son similares ya que en ambos procesos se activan los mismos circuitos cerebrales que liberan dopamina a modo de recompensa. El estudio determina igualmente que «la pasión tiende a prevalecer sobre los contenidos más negativos como, por ejemplo, la derrota contra un rival, ya que las experiencias menos deseadas tienden a ser suprimidas de la memoria emocional», algo que también parece ocurrir con el amor pasional que nos impide darnos cuenta de que nuestro enamorado es un patán egoísta igual que justificamos los exabruptos del impresentable del entrenador o echamos la culpa al árbitro de la derrota de los nuestros. Por supuesto, este estudio solo vale para los aficionados más acérrimos que se dejan arrastrar por las pasiones y corroboraría científicamente la frase que soltó Gerard Piqué tras el 6-1 del Barça al PSG en la Champions de que en nueve meses iban a nacer un porrón de niños concebidos en el subidón de la remontada.

Los científicos portugueses quieren ahora dar un paso más allá para ver cuál de estas dos pasiones es más potente sometiendo a hinchas a un dilema de forma que, por ejemplo, tengan que elegir entre ir solos al fútbol o con su pareja al cine. A saber qué sale. Lo cierto es que en ambos casos la pasión excesiva puede ser muy negativa y convertirse en obsesión. No hay más que ver a esa horda de padres pegándose delante de sus hijos de 12 y 13 años durante el partido de Infantiles entre el Alaró y el Collerense en Mallorca. O a esos grupos de hinchas que quedan con aficionados contrarios para pegarse después de un encuentro.

No sé si los investigadores de Coimbra han estudiado los mecanismos que activan estas reacciones violentas e incontroladas, aunque no sorprendería tampoco aquí establecer una similitud con la pasión amorosa con la que algunos explican los malos tratos machistas. En cualquier caso, sería deseable que los investigadores descubran de una vez por qué esa imposibilidad de contener tanta «pasión», hasta el punto de convertirlos en salvajes, sólo se da, salvo excepciones, en los hombres. Que las mujeres también amamos y, a muchas, hasta nos gusta el fútbol.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats