Carne de yugo ha nacido/más humillado que bello/con el cuello perseguido/ por el yugo para el cuello». Así arranca «El niño yuntero» al que Miguel Hernández dedicó sus versos, esos a los que Joan Manuel Serrat puso música hace muchos años, tal vez demasiados, y que marcó un antes y un después para quienes no conocían la obra del poeta cabrero, tan oculto tanto en su pueblo como en cualquier otro de los territorios patrios (sólo había que ver los libros de texto de la época). Antes, otros también dieron a conocer, a través de su música, la vida y obra del más universal de los oriolanos, como por ejemplo el grupo Jarcha o Paco Ibáñez, quien la difundió en el mismísimo Olimpia de París. Miguel, mal que nos pese, era más conocido en la extinta Unión Soviética o en cualquiera de los países latinoamericanos, sobre todo en Argentina, Cuba o Chile, que en la propia Orihuela, donde parecía existir una especie de acuerdo tácito para ningunear y esconder a su hijo más ilustre. ¡Hoy me pongo serio!.

En 1976 -el 24 de febrero-, incluso desafiando al régimen del general Franco, que daba los últimos coletazos -toda vez que éste había muerto tres meses antes-, e impulsado por el último de alcalde franquista en la capital de la Vega Baja, Pedro Cartagena Bueno, se creó, con carácter bianual y con una dotación de 200.000 pesetas, el premio de poesía que lleva el nombre del escritor nacido en la calle de San Juan y criado en la de Arriba. Ese mismo año, el 15 de mayo, con una Orihuela literalmente tomada por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado -Guardia Civil y Policía Armada (actualmente Policía Nacional)-, se celebró, en el barrio de San Isidro, el primer Homenaje de los Pueblos de España, aunque en su pueblo la figura del poeta soldado siguió sumida, durante muchos años, en el más profundo de los ostracismos. Simplemente, hablar de Miguel no estaba bien visto.

Me ha llamado la atención leer en el periódico que, con motivo del 75 aniversario de su muerte, se ha organizado, en la Lonja de Alicante, «la mayor exposición» dedicada a Miguel con obras de 130 artistas que se han inspirado en la obra del poeta. Desde la Comisión de la Memoria Histórica se entiende que con esta muestra «se salda parcialmente la deuda eterna» con el esposo-soldado de Josefina Manresa, que murió de tuberculosis en la cárcel de Alicante, el 28 de marzo de 1942, a los 31 años. Y también me llama la atención que en las ciudades que guardan relación directa con el poeta -Orihuela, Elche Alicante o Quesada, entre otras- se hayan organizado diferentes actividades para conmemorar la efeméride de su fallecimiento. Me llama la atención, pero no quiero decir con esto que no esté de acuerdo con que se le tributen homenajes, nada más lejos de la realidad. Con todo, considero que la deuda histórica con Miguel no se saldará nunca -y digo nunca-, ni parcial ni totalmente, porque soy de los que piensa que el poeta ha sido muy maltratado, siempre. Igualmente, creo que a Miguel no hay que recordarle ni en su santo, ni en su cumpleaños, ni en el aniversario de su muerte. Al poeta hay que tenerle presente -y mucho- los 365 días del año, sobre todo en su pueblo, donde, posiblemente, pudiera tener menos presencia que en otras poblaciones.

Y me llama la atención que, coincidiendo con el día del óbito del autor del «Cancionero y romancero de ausencias», «El rayo que no cesa» o «Vientos del Pueblo», se «reabra» su casa natal, en la calle de San Juan. A ver si nos enteramos y, de una vez por todas, hablamos con propiedad: la casa natal no existe. Esa vivienda se derribó -debido a su mal estado- y resultó un solar que -cosas de la vida- no se correspondía, en cuanto a sus dimensiones, con el que el Ayuntamiento compró y cedió a la Consellería de Cultura. En ese solar se construyó una casa modernista que ya hubiese querido el poeta para él y su familia. Es por esto por lo que me niego a que ese inmueble sea considerado como la casa natal de Miguel, en todo caso será el solar donde se construyó una vivienda que reemplazó a la que existía y en la que vino al mundo el tercer hijo, de los siete que tuvieron, Miguel Hernández Sánchez y Concepción Gilabert.

Con respecto a la muestra que se puede ver en la Lonja alicantina sólo diré que me parece muy bien, pero a Miguel se le tributa un homenaje durante todo el año en el barrio de San Isidro, en su Orihuela, donde se puede ver la exposición al aire libre más grande de cuantas pueden verse en España, por lo que, por mucho que se empeñen los de la Comisión de la Memoria Histórica, el que quiera honra que se la gane; así es que ¡a Dios lo que es de Dios y a Miguel lo que es de Miguel!. ¡Sólo faltaba que a Orihuela también le negasen eso!. Lo que habría que hacer es recordar a Miguel Hernández los 365 días de año, ¡y punto!.