Ha muerto Jimmy Breslin con 87 años y quizá el hecho no les diga gran cosa. Fue uno de los más grandes reporteros de todos los tiempos. Su ojo para los detalles hizo de él una leyenda del periodismo. Veterano columnista del "New York Daily News" supo entender desde el principio de su carrera que las buenas historias no siempre aguardan en la superficie y que en ocasiones hay que excavar para dar con ellas. Excavar era a lo que se dedicaba precisamente el protagonista de uno de sus mejores artículos, el sepulturero Clifton Pollard, el domingo 24 de noviembre de 1963, cuando recibió el encargo de remover la tierra del Cementerio Nacional de Arlington para la tumba de John F. Kennedy, el presidente de Estados Unidos asesinado dos días antes en Dallas.
Pollard tenía entonces 42 años. Era, como contó Breslin, un hombre delgado, con bigote, nacido en Pittsburgh, que había cumplido su servicio como soldado en Birmania durante la Segunda Guerra Mundial. Fue uno de los últimos en atender a Kennedy, el presidente número 35. Cobraba 3,01 dólares la hora y repetía que cavar su tumba era para él un honor. Cuando se ofició el funeral y el pequeño John-John dio un paso al frente para situarse delante del féretro de su padre, el sepulturero no se hallaba allí, sino cavando tumbas de a tres dólares la hora en otra sección del cementerio, sin saber a quiénes pertenecían. Sí, en cambio, sabía que la tierra que había removido el domingo durante su día de descanso era para enterrar al presidente tiroteado en Texas, "un buen hombre". Esperó a que terminase todo y se acercó hasta allí para repetir una vez más que para él había sido un honor. "Cavar la tumba de JFK fue un honor" es una pieza inolvidable del gran periodismo de calle que practicó Breslin. Si tienen oportunidad y no la han leído, háganlo. Ya no hay mucho de eso.
