Las elecciones holandesas han dado respiro a quienes temían el triunfo del movimiento xenófobo, ultranacionalista y antieuropeo encarnado en Geert Wilders. Nadie debería apostar, sin embargo, a que el incendio provocado por Wilders haya sido sofocado en las urnas. No hemos de olvidar que el centro de la política en Holanda y en otros países europeos -que pronto se pondrá a prueba en Francia y Alemania- gira alrededor de la identidad cultural, donde cuestiones migratorias, religiosas y nacionales, juegan un papel fundamental.

Holanda, un pequeño pero fuerte país, fundador de la UE, es un laboratorio donde se ensayan experimentos sociales y políticos que indican por dónde van las tendencias. Lo más relevante de su geografía política es cómo ha pasado, en apenas treinta años, de ser un país con estabilidad garantizada por socialdemócratas y liberales, a ofrecer un panorama abierto a una multiplicidad de opciones y partidos.

Junto al partido liberal de Mark Rutte, ganador relativo de las elecciones (33 escaños), obtienen representación los ultranacionalistas xenófobos de Wilders (20); cristiano-demócratas (19); liberales de izquierdas (19); el Partido Socialista (14), una formación a la izquierda de los socialdemócratas; los socialdemócratas del PvdA (9) y una pléyade de pequeños partidos, los animalistas (5) que más que duplican sus resultados; los calvinistas (3); unidos-cristianos, y los turko-holandeses del DENK, otra escisión del PvdA que opera a favor de inmigrantes y ciudadanos de doble nacionalidad. Los movimientos autónomos de mujeres no han cristalizado ni consiguen representación.

En el marco de la progresiva fragmentación y diversificación de la oferta electoral holandesa, lo más significativo puede resumirse así: 1) La caída libre de los social-demócratas: El PvdA de Lodewisjk, cuya historia se remonta a fines del siglo XIX, ha pasado de 38 a 9 escaños. El propio Lodewijk explica así su calamitosa derrota: «Hemos estado en una coalición con nuestro opositor ideológico, el liberal; gobernar con ellos, en mitad de la mayor crisis desde los años treinta, no ha sido tarea fácil? pero lo hemos hecho por responsabilidad». 2) El ascenso meteórico de los verdes de Jesse Klaver, un joven descendiente de emigrantes marroquíes, al que llaman Jessiah, «el mesías», admirador de Obama, Kennedy y Trudeau, que ha arrasado en la liberal, tolerante y populosa ciudad de Ámsterdam. 3) En cuanto a la formación de Gobierno, una tarea compleja aunque practicada con éxito en ocasiones anteriores, es obvio que se aglutinará del lado de la derecha, porque aun siendo el eje derecha-izquierda una referencia olvidada, sigue funcionando para definir la posición de Holanda en el espacio europeo y global. 4) Respecto de la UE, la victoria de Rutte y el frenazo en seco de Wilders no supone en absoluto que Holanda se convierta en país europeísta y menos todavía en un impulsor del proceso de integración de la UE.

Son muchas las proyecciones que se pueden hacer del resultado electoral en Holanda. Tal vez la más significativa sea la derrota parcial de la narrativa puesta en escena por D. Trump, que pasa por alentar el fracaso del proyecto europeo. Otras lecturas muestran cómo las transformaciones sociales y los efectos de la crisis afectan a las estructuras políticas, ideológicas y partidistas heredadas del Novecento. En el caso de España, la lectura de los resultados debería hacer reflexionar a los social-demócratas en cuatro aspectos fundamentales: 1) Cómo la izquierda se fragmenta y se escinde facilitando el triunfo a la derecha. 2) Cómo incide en el espacio político la aparición de partidos de un solo tema. 3) Cómo se paga en las urnas la participación en gobiernos de coalición anti-natura y extemporáneos. 4) Cómo ya no basta con exhibir banderas y símbolos del pasado.

Por resumirlo en una sola idea y por lo que se refiere a la izquierda española: Si va en serio la afirmación de Susana Díaz de que el PSOE no debe abrirse bajo ningún concepto a su izquierda, el PP tiene asegurada la mayoría ad calendas grecas.