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Martín Caicoya

Frente a la hipertensión

Hacer ejercicio aeróbico a diario entre 30 y 45 minutos y anaeróbico dos o tres veces por semana es la mejor recomendación para controlar la presión arterial

Nunca me deja de sorprender el interés que tuvieron los clérigos británicos por las ciencias experimentales. El reverendo Hales conocía bien las teorías y estudios de su compatriota Harvey, quien describió de manera intachable la circulación de la sangre. Es cierto que casi 100 años antes el español Servet había pergeñado la circulación menor: "La sangre sutil es impulsada€ desde el ventrículo derecho por un largo circuito a través de los pulmones. Por ellos€ se convierte en roja y clara€ y a través de la expiración se purifica de los vapores fuliginosos... Del mismo modo se envía desde los pulmones al corazón no sólo aire, sino aire mezclado con sangre a través de la vena pulmonar". Era el año 1553. Eso y otras cosas que Calvino juzgó heréticas le iban a costar la vida: ardió ante su escrutadora mirada en plaza pública en Ginebra. Si no me equivoco, Calvino mató en poco tiempo mucho más que la española Inquisición en 300 años, pero ella tiene la fama.

A Hales se le ocurrió en 1727 canalizar la yugular de una oveja; con cada latido, la sangre caía sobre un antiguo barril de pólvora. Vació el sistema circulatorio, y la vida, rellenó con cera las cámaras del corazón. Calculó así, por primera vez, lo que se llama volumen latido y calculó el gasto cardiaco. Además, con una columna de mercurio conectada a una arteria midió la presión arterial. Fue el ruso Nicolai Korotkov el que desarrolló el método que ahora usamos en un comunicado de sólo 281 palabras: "El manguito de Riva-Rocci se coloca en el tercio medio del miembro superior, se aprieta€ hasta que se logra cortar la circulación. Entonces, dejando que el manómetro de mercurio descienda, uno ausculta la arteria con un estetoscopio infantil. Al principio no se oye nada. Cuando el mercurio baja a un cierto nivel se oye el primer tono corto. Su aparición indica el paso de parte de la onda del pulso bajo el manguito. Se desprende de esto que la lectura del manómetro en ese punto corresponde a la presión arterial máxima€ Finalmente los sonidos desaparecen. El momento de cesar los sonidos indica el paso libre de la onda del pulso; en otras palabras€ la presión arterial mínima". Son los ruidos de su nombre.

Desde entonces mucho se ha aprendido sobre la fisiología y la fisiopatología de la presión arterial. Cada vez se da más importancia al ejercicio físico para el control de la tensión arterial.

El esfuerzo físico desencadena una respuesta neurohumoral que hace que todo el medio interno se modifique: el corazón late más rápido, se contraen aquellas arterias que envían sangre a territorios no imprescindibles en ese momento mientras se dilatan en los lugares que más oxígeno necesita, específicamente los músculos en acción. Ambas cosas hacen que la sangre circule más rápido, lo que unido a la contracción relativa del lecho vascular hace que suba la presión arterial. Además, si el ejercicio es muy intenso puede aumentar la cantidad de sangre circulante porque se vacían algunos depósitos, como el bazo. De manera que cuando se examina un paciente en el laboratorio, haciéndolo correr o pedalear, lo normal es que se produzca hipertensión. Es la máxima la que debe aumentar, hasta cifras de 220. Si no lo hace ya sabemos que hay problemas. La mínima apenas se modifica.

Casi todos los estudios demuestran que los hipertensos que hacen ejercicio del tipo que llamamos aeróbico logran rebajar las cifras de su tensión arterial, efecto que desaparece cuando se vuelven sedentarios. Con todas las dudas, parece que es más importante la intensidad del ejercicio que la frecuencia. Todo apunta a que el ejercicio también es beneficioso en las personas con tensión arterial en límites y que en general puede prevenir la hipertensión. El mecanismo puede ser una disminución de la adrenalina circulante en reposo, el incremento del número de vasos sanguíneos en los músculos y la vasodilatación porque hay más oxido nítrico, la sustancia que se usa en los medicamentos tipo Viagra.

Tradicionalmente se prohibía el ejercicio de fuerza, del tipo levantar pesas, a los enfermos del corazón porque produce una elevación de la tensión (cuando también lo hace el aeróbico). Aquí el mecanismo invocado es que el músculo contraído impide la circulación de manera que el continente, el lecho vascular, disminuye y, en consecuencia, sube la tensión. De manera, según se razonaba, que ese corazón, ya dañado, tendría que luchar contra una elevada resistencia poniéndolo en peligro. Sin embargo, la mayoría de los estudios apunta a que hacer pesas también es beneficioso para los hipertensos. Se avala así la recomendación más extendida: hacer ejercicio aeróbico todos o casi todos los días unos 30 a 45 minutos y completarlo con anaeróbico o de fuerza dos o tres veces a la semana. Y si bien antes se proscribía este último en enfermos cardiovasculares, hoy incluso al Asociación Americana del Corazón lo recomienda. Claro está, hay que hacerlo con prudencia.

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