Tío Vania
Teatre Arniches de Alicante
De Anton Chéjov.
Compañía: Bramant Teatre.
Versión y dirección: Jerónimo Cornelles.
Las contradicciones humanas emborronan el deseo natural de ser felices. La situación abruma y la derrota se impone, incluso desde el principio. Luchar o no luchar. Querer, pero no hacer nada. Un incómodo acomodo y el triunfo del inmovilismo. Esto ocurre frecuentemente en la realidad y en las obras del ruso Anton Chéjov, cuya concepción teatral se opuso a la retórica y a los fuegos artificiales del drama posromántico. Así, la evolución del naturalismo se dirigió hacia la hondura psicológica de los personajes con sus temas cotidianos de la sociedad de Rusia en vísperas de la Revolución, a finales del siglo XIX. El teatro de Chéjov supuso un nuevo concepto escénico y una nueva forma interpretativa. Tras el fracaso inicial del autor, llegó el éxito con el Teatro de Arte de Moscú y el maestro Stanislavski. La interiorización de los conflictos ofrece las ilusiones, la impotencia y la vacuidad de unos seres, y exige un difícil y veraz trabajo de los actores, quienes deben expresar el subtexto, lo que no siempre se dice, mediante intrascendentes acciones en gran medida. Esta ligera versión de Tío Vania, con dramaturgia y dirección de Jerónimo Cornelles, la acogen los valencianos de Bramant Teatre, compañía creada en 1998 y que hemos visto en el Arniches de Alicante. La contemporaneidad temática se estimula con una minimalista representación más directa, que incluye efectos simbólicos, como la inmovilidad de unos sujetos, de espaldas a los espectadores, que intervienen en los momentos oportunos, o el fondo del escenario con el turbio paisaje rural de la finca de esta decadente familia. El propio Jerónimo Cornelles asume el papel que da título a la obra de Chéjov en una tragicómica propuesta donde también participan María Poquet, Rafa Alarcón, Ernesto Pastor, Isabel Requena, Laura Valero y María Minaya. El eficaz conjunto describe las emociones y la mediocridad diaria. El amor no correspondido, el matrimonio sin amor o el tedio de unos y otros. ¿Es posible salir del letargo, del hastío y del lamento constante? La respuesta reside en cada uno de nosotros. El espejo funciona, y el público, con agridulce sabor, aplaude al grupo.
