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Jaime Merino

La medicina es esperanza

Entre los contenidos del acto médico están el diagnóstico y el tratamiento. Hay un proverbio español del Siglo de Oro que define nuestros objetivos: curar a veces, mejorar muchas más, aliviar siempre. Es nuestra meta. Cuando indicamos un tratamiento lo que hacemos es intentar mejorar el pronóstico de ese enfermo. Evitar que muera, que mejore en menos tiempo, y/o que la enfermedad le deje con las menos secuelas posibles. Así, no es extraño que se vea nuestra profesión como de esperanza: queremos mejorar la cantidad y calidad de vida de nuestros enfermos.

Pero querría plantear aquí las bases científicas de los posibles beneficios que aportamos al margen de las actuaciones técnicas. En la literatura hay innumerables trabajos analizando el llamado efecto placebo de un medicamento. Sabemos que es el efecto que consigue al margen, independiente, de su propia estructura o composición química. Es un efecto placebo que una ampolla con suero fisiológico disminuya o calme un dolor. El efecto placebo no sólo lo tienen los medicamentos. Lo puede tener la actitud o presencia del médico. Sin duda en ello juega un papel el propio prestigio del médico, el uso que hace de lenguaje técnico, el llevar bata, usar instrumentos, etc... Pero hay médicos que tienen esa característica especialmente desarrollada. No sé si son los más empáticos. A mí me recuerda mucho a la fe. Si la tienes te curarás o mejorarás.

Hoy querría detenerme en otro aspecto de esa «esperanza», un rasgo menos conocido y que estimo no ha sido ampliamente discutido. Tiene que ver con el efecto Rosenthal. Se lo cuento en breve:

En un Instituto o College americano, un profesor examinó a sus alumnos y, sin corregir los exámenes, definió que dos de ellos eran los mejores. Se lo hizo saber a ellos, a los demás compañeros y a sus profesores del próximo año. Cuando el curso siguiente acabó, aquellos dos alumnos estuvieron entre los más brillantes.

Lo curioso de la historia es que entonces el profesor corrigió los exámenes que había guardado y ¡oh sorpresa! resultó que esos dos alumnos eran vulgares, del montón. Qué había sucedido: que el hecho de saberse buenos les había estimulado, y seguramente por ese hecho se habían visto presionados por sus compañeros, e incluso la actitud de sus profesores les había sido proclive al esfuerzo y a alcanzar buenos resultados. ¡Qué fuerza tiene creer en algo! No cabe duda de que para conseguir algo, importa creer que podemos.

Supongo que conoce la historia de ese saltador olímpico de altura que consiguió un salto increíble. Entrevistado luego por un periodista, este le preguntaba cómo lo había conseguido pues era físicamente imposible con su altura y peso hacerlo. La respuesta del atleta fue sencilla: «Porque yo no sabía que era imposible. De haberlo sabido, quizás no lo hubiera intentado».

Mi reflexión va por el hecho de que al transmitir nuestra profesión esperanza, es probable que consigamos que el enfermo mejore si conseguimos que crea que va a mejorar. Se trata entonces de actuar, no con solidaridad o humanidad, sino de forma científica, sabiendo los posibles beneficios de esa actitud nuestra. El dilema es hacerlo de forma honesta, sin mentir.

Por otra parte, imagino que conoce bien los beneficios que se han adscrito a tener una actitud vital positiva. Ello para cualquiera, en pleno estado de salud. Algunos estudios han pretendido demostrar desde que se vive más, hasta que se padecen menos resfriados, se tiene la tensión más baja, etc.

También conviene meditar sobre otra actitud que de alguna manera es la especular: cuando decimos a alguien que es un vago, torpe, inseguro.etc... no sólo podemos ofenderle, sino que reforzamos en él ese comportamiento que estimamos es negativo.

Conclusiones: importa creer que podemos. Recordemos que todos somos placebo,que los médicos usemos honestamente el efecto Rosenthal con nuestros enfermos y que todos no etiquetemos en negativo a nadie, especialmente a los niños.

Yo sí les confieso que en los años que he ejercido mi profesión he asistido a infinitos avances científicos, muchas enfermedades que eran incurables ahora lo son, otras las podemos prevenir y otras muchas no las curamos pero podemos ofrecer a los enfermos tratamientos que mejoran mucho su calidad de vida. Para mí ha sido una profesión de esperanza, y estoy seguro de que seguirá en ese camino, lo que nos beneficia a todos.

¿Creen que hay algo más esperanzador que pensar que padeciendo un cáncer extendido éste pueda curarse?, ¿o convivir con un muchacho joven que por lesión no

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