El régimen islamista turco que dirige con mano de hierro y guante de acero su presidente Erdogan, instalado ininterrumpidamente en el poder desde 2003, antes como primer ministro y ahora como omnímodo presidente ejecutivo, ha dado otra vuelta de tuerca (¿o es tuerka, Pablo) a su propios valores y, embriagado de irrefrenable mesianismo ecuménico, se dispone a dictar clases magistrales de democracia, libertad y respeto por los derechos humanos a la decadente, acobardada y acomplejada Europa de la multiculturalidad y el buenismo progre. Dudo que el islamista Erdogan haya leído en su ascética vida «Otra vuelta de tuerca», la espectral y perturbadora novela de Henry James que fue llevada al mundo de la Ópera por el compositor británico Benjamin Britten, autor también del inmortal War Requiem compuesto en 1958 como homenaje a la ceremonia de consagración de la nueva catedral inglesa de Coventry (la antigua, del siglo XIV, fue destruida por un bombardeo alemán el 14 de noviembre de 1940. Por cierto, los nazis volverán a salir en este artículo). Permítanme por tanto que les refresque la memoria con otra vuelta de tuerca, bien en versión literaria o en formato operístico, lo que ustedes dos prefieran.

Si la mansión victoriana recreada por James en su novela encerraba tras sus muros un serio peligro para los dos inocentes niños que la habitaban, consecuencia de un siniestro y amenazador pasado del que no podían escapar, parece que la decadente Europa también oculta entre sus fronteras un invisible peligro para quienes la habitan, consecuencia de un pasado nazi del que no pueden huir. Eso es lo que le ha advertido Erdogan a Holanda y Alemania tras negarse estos a que ministros turcos hicieran propaganda en sus respectivos países a favor de un referéndum por el que Erdogan pretende perpetuarse en el poder tras el fallido ¿golpe de Estado? del pasado año. Recuerde la progresía europea y española, pese a su sintomática amnesia selectiva, que Erdogan fue socio fundador, junto a Zapatero, del selecto y multicultural club de la Alianza de Civilizaciones. Por eso piensa que está autorizado éticamente a denunciar el nazismo por el que, según él, se deslizan ciertos países europeos. Y lo dice el islamista Erdogan en la islamista Turquía, denunciada por Amnistía Internacional de graves violaciones y torturas a detenidos tras el intento de golpe de Estado. Reporteros sin Fronteras denuncia que Turquía se ha convertido en la mayor cárcel de informadores del mundo; 40.000 personas han sido detenidas y 120.000 funcionarios expulsados de su trabajo. De ahí la autoridad moral de Erdogan tachando de nazis a Holanda y Alemania. Por cierto, como pregunta retórica, ¿donde preferiría algún progre multicultural pasar unas vacaciones pagadas, en una cárcel turca o en una holandesa? Conteste después de la publicidad, aunque supongo que la «turka», donde de verdad se respetan los derechos humanos.

Los pájaros contra las escopetas, dicen los castizos. O Erdogan dándole a Europa clases de democracia y respeto por los derechos humanos, dicen los socios y simpatizantes de la Alianza de Civilizaciones (yo nunca ingresé en tal selecto club porque había leído «Otra vuelta de tuerca» -¿o es tuerka, Pablo?- y sabía los trucos que esconden sus paredes, las del club, digo). Lo mostrenco de este caso, la auténtica vuelta de tuerka (esta vez con k, Pablo), es contemplar hasta la náusea cómo la flor y nata de la progresía europea vilipendia a las autoridades holandesas que prohibieron los mítines de ministros turcos a favor de una reforma constitucional que deja en manos del islamista-demócrata Erdogan prácticamente todos los resortes del poder (ejecutivo, legislativo y judicial). ¿Igual que en Alemania, Holanda o cualquier otro país europeo occidental, «mes amis» los progres? ¿Así lo queréis vosotros y vosotras en vuestros países, por ejemplo en España? Un régimen, el turco del islamista Erdogan, el del integrismo religioso, que ha conquistado el último reducto de laicidad que le quedaba a las instituciones turcas al dictaminar que el velo islámico regrese a las mujeres que forman parte del ejército. Si Mustafá Kemal «Atatürk» levantara la cabeza seguro que se retiraría melancólico a su habitación (hoy museo) del Hotel Pera Palas de Estambul a tomar raki, ese licor anisado que tanto gusta a los turcos. Por cierto, ¿hasta cuándo podrán beberlo?

Las lecciones de democracia que le imparten a Europa profesores cuyo principal credo político consiste en prohibir, que sienten piorrea intelectual contra la democracia y la libertad, no explican otra cosa que el desamparo, el complejo y la falta de convicciones y raíces profundas en las que se encuentra Europa. Si tenemos unas inequívocas raíces cristianas, para Podemos lo importante es prohibir la misa en televisión; y para el podemita Julio Rodríguez, exjefe del Estado Mayor de la Defensa, lo importante es prohibir del ejército los capellanes castrenses (qué manía contra la religión católica); si Europa debe acentuar su sistema de defensa junto a la OTAN contra los peligros del terrorismo islámico, el Parlamento de Baleares quiere prohibir la jura de bandera de civiles. Prohibir, prohibir, prohibir. Son las lecciones de la nueva democracia. Por si acaso, voy alistándome a la próxima jura de bandera. Para mí es un honor.