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Aires alicantinos en las Fallas de Valencia

La Feria de Fallas que concluye esta tarde nos ha dejado multitud de imágenes con reminiscencias alicantinas para el recuerdo y la esperanza. No pudo ser el caso del novillero de Elda/Petrer Jorge Rico, que luchó contra los elementos ese lluvioso lunes de diluvio en nuestra ciudad y se estrelló ante utreros de El Parralejo. Una lástima, pues un aldabonazo a comienzos de temporada en plaza de primera le hubiera puesto en marcha dentro del circuito de su escalafón, que está necesitado de nombres para la ilusión.

Todo lo contrario le ocurrió a Diego Carretero, albaceteño que vive en tierras alicantinas, donde se prepara junto al que fuera también prometedor novillero Luis Rubias, hoy matador de toros ya retirado. Carretero desgranó con la mano izquierda los mejores naturales del festejo y se hizo con una oreja que vale su peso en oro. Está anunciado en Madrid el 26 de marzo y el 30 de mayo, ya en pleno San Isidro. Aires de la «terreta» que aroman la actualidad taurina, como la vuelta de Luis Francisco Esplá, aunque solo sea como comentarista de televisión. Esplá se ha convertido casi en un gurú del toreo, «rara avis» de la tauromaquia que, si antes dictó lecciones con capote y muleta en una interpretación tan clásica como personal de la lidia, ahora verbaliza todo esa sapiencia taurina cuantas veces se deja ver y oír. Ojalá sean muchas. De momento, junto a otro alicantino, el periodista Germán Estela, brillante conductor de diversos espacios de divulgación taurina en el canal televisivo de pago.

Más ráfagas de fragancias levantinas el pasado domingo en el coso de la calle de Xàtiva. Volvía el sevillano Manuel Escribano tras la brutal cornada de la que milagrosamente salvó la vida en el ruedo de la Plaza de España la pasada feria de San Juan, cuando «Madroño», de Adolfo Martín, le segó el muslo derecho y abrió una vía de sangre por donde se le iba la vida a borbotones. Allí estaban los miembros del equipo médico del coso alicantino, con los doctores Alberto Miñano (cirujano vascular), Beno Baschwitz (cirujano torácico) y José Luis Salas (anestesia y reanimación), junto a otros ayudantes y capitaneados por Chema Reyes, para poner calma y freno a la grave situación. Cómo sería de eficaz su intervención que no solo se salvó la vida al hombre, sino que facilitaron la recuperación del torero. Y Escribano les brindó su primer toro a ellos, que disfrutaban esta vez desde el tendido la gozosa realidad de la total recuperación del sevillano solo ocho meses después de tan complicado trance. De bien nacido es ser agradecido. Luego, cosas del destino, rondó la tragedia en el cuarto toro, que prendió feamente a Juan José Padilla propinándole dos cornadas, una en el muslo derecho y otra entre el tórax y la axila, de las que ya se está recuperando el bravo torero gaditano.

Y a falta de lo que realice su hermano Manuel a caballo hoy mismo, la presencia alicantina se completó el viernes, y no fueron esta vez los vientos favorables para José Mari Manzanares, con un lote muy poco propicio al lucimiento. Toda la afición ha celebrado gozosamente ese reverdecer de naturalidad en las formas del diestro. Sin embargo, el olvido de la parte lidiadora poderosa de su toreo puede ir en detrimento de su proyección. Un dato: casi sobran dedos en las manos para contar las ganaderías que lidió, por ejemplo, en 2016. Y así en los últimos años. Eso, se mire por donde se mire, empobrece su dimensión. Sobre todo cuando ha demostrado de sobra que puede con (y necesita de) el toro encastado y repetidor. Tampoco fue buen ejemplo el del pasado sábado en Illescas, donde se negó a matar un toro de José Vázquez muy noble pero que reculó en varas y buscó las tablas mediada la faena de muleta, y que finalmente fue indultado por un presidente acorralado y con escaso criterio. Tal «rebeldía» para defender el toro-medio que propicia el toreo-medio no deja ser un acto de soberbia impropia de un torero. Esas arrogancias, para Madrid o Sevilla. Y en defensa, a poder ser, de la excelencia, la casta y la bravura. Es el único camino para dignificar la fiesta, que no se le olvide a nadie.

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