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Luis Muñiz

"Fair play" con Cataluña

Puigdemont vuelve a pedir diálogo al Gobierno poniendo como ejemplo la "tolerancia" de Del Bosque

Lo último en invitación al diálogo es el premio de la Generalitat a Del Bosque por su defensa del "respeto y la pluralidad". El exseleccionador nacional se lo ganó a pulso diciendo, años ha, que todos los pueblos deberían tener derecho a elegir su destino, aunque después, vista la que se había montado, añadió que no cabe pensar en España sin Cataluña dentro ni en la Liga sin los Barça-Madrid.

Puigdemont le hizo entrega este miércoles del merecido galardón, elogiando su "tolerancia, que acepta la diferencia como un hecho enriquecedor". Lo que significa que en su mesa, cuando cocina, "siempre tiene un plato puesto para el diálogo", agregó el president como si estuvieran en casa de Bertín Osborne preparando escalibada.

Es la segunda llamada a la negociación que el Gobierno recibe esta semana. El mismo miércoles, como ya se despedía del cargo, el exhausto presidente del Tribunal Constitucional (TC), Francisco Pérez de los Cobos, admitió públicamente por fin que la corte de garantías no está en este mundo para resolver problemas políticos.

Y así es. Pero centrémonos en Del Bosque, hombre pancho, sin malicia, que dejaba usar el catalán en las ruedas de prensa del combinado del reino.

Hombre, Vicente, derecho a decidir, así en general, claro que tienen todos los pueblos; sobre todo, si están oprimidos por dictadores; pero ése no es el caso de Cataluña, como tú bien sabes, que elogias la remontada del Barça ante el PSG sin hacer mención del gran juego que desplegó el árbitro del encuentro.

Quizá sea esa clase de tolerancia la que demanda Puigdemont: tolerancia infinita con la ley fundamental, el Estatut y el propio reglamento de la Cámara catalana: tolerancia absoluta para darse un autogolpe y aprobar las leyes de ruptura sin que la oposición conozca previamente su contenido.

Y ya puestos, promover a otros Vicentes del Bosque, personas que jueguen "limpio", a los puestos donde se toman las decisiones importantes: permitir que se declare la independencia con la mitad más uno de los votos (versión soberanista del "fair play") o timar a millones de pipiolos con un relato de emancipación nacional que por el camino muda en proyecto de república bananera.

Más Vicentes y menos Marianos. Y a seguir jugando.

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