Bernat, uno de los grandes en el campo de la literatura escrita en el catalán que se habla por la Marina alicantina, se ha ido callada y discretamente. Como solía. Un hombre bueno, un poco cabezota, socarrón, enamorado hasta la medula de Lolita su eterna compañera, socialista de los de verdad y amigo de sus amigos. Amigos con los que trató y debatió sobre literatura y política. Los miembros más granado de la cultura valenciana en una época tan gloriosa como inolvidable. Los que reconocían su valía y le apreciaban como merecía: Enric Valor, Joan Fuster, Sanchis Guarner, Joan Valls, Vicent Andrès Estellés, Enric Llobregat, Gil-Albert, Muñoz Suay, Joan Castejón y tantos otros.

Bernat, últimamente, venía acaparando todo tipo de premios y distinciones como que la biblioteca de Benissa llevara su nombre presidida por un retrato que le hizo Pepe Azorín, el del Consell Valenciá de Cultura o el Llorer d'Or de la Universidad de Alicante que el rector Manuel Palomar le impuso personalmente en su domicilio porque Bernat, ya muy tocado, no pudo asistir al emocionante homenaje que le rindió Benissa, su patria más que su pueblo. Medio en broma, que las enfermedades minaban su desgastado cuerpo, sonreía mientras decía que todavía le faltaba por recibir el Nobel de Literatura?

Su obra literaria, traducida a varios idiomas, es todo un compendio enciclopédico que abarca desde ensayos, cuentos infantiles (uno suyo abrió la serie Biblioteca Infantil de la Conselleria de Cultura de la Generalitat y ha sido el último de la colección Aladroc del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert), biografías, novela o narraciones viajeras. Además, y por si faltara algo, que no, un prestigioso premio literario lleva su nombre.

Siempre guardaré en mi recuerdo cada uno de los momentos compartidos cuando, por iniciativa del incansable Joan Borja, emprendimos la aventura Bernat y yo de plasmar, golpe a golpe y verso a verso, como le gustaba repetir a Capó, su intensa e imprescindible vida para quienes amamos «la nostra cultura», esa misma que él tanto defendió y engalanó llevándola a su máxima expresión.

Sin embargo, lo más enriquecedor para mí fue conocer la intensidad de lo que había vivido, sus experiencias más íntimas. No olvidaré nunca su narración cuando vio a su padre prisionero de las tropas franquistas esposado y exhibido por el pueblo como un trofeo. Cuando me lo narraba, a pesar de que habían pasado más de setenta años, todavía sollozaba mientras lo recordaba. Bernat tenía tres amores incondicionales: su pasión por la cultura popular; su perrito Gigi, que desapareció de pronto y a quien dedicó su obra más sentida; y, como no, Lolita, su fiel compañera de toda la vida con quien compartió felizmente gran parte de su existencia y a la que no deseaba dejar sola, como tristemente ha sucedido. Curiosamente, el día que presentamos el libro «Conversa amb Bernat Capó» en Benissa, en marzo de 2013, nos enteramos del fallecimiento de un gran amigo común, el artista alicantino Arcadi Blasco. Bernat, nunca olvidaré tu cariño a raudales y tu entrega para que mi primera criatura en papel fuese única, igual que permanecerá siempre en mí tu imborrable recuerdo y tu grandeza personal.

Bernat y Lolita, os queremos.