o será la primera vez que alguna o alguno de ustedes dos ha ido a comprarse ropa y, una vez probada, se da cuenta de lo mal que le sienta, no solo la ropa, sino la socarrona sonrisa del dependiente tratando de disimular la grotesca verdad; o cuando han comido en un restaurante y a mitad de tarde, entre febriles sorbos de bicarbonato y espasmos de alioli, pronuncian la lacónica frase: qué mal me ha sentado la comida; o también cuando saludan a alguien que hacía tiempo no veían y, al despedirse, alcanzan a escuchar aquello de qué mal le sientan los años; o lo mal que les sienta cuando están en un puesto del mercado abarrotado de clientes y pasa por su lado un conocido y les suelta la gracieta de «¡Hombre Pepe, menuda sorpresa, te hacía en la cárcel!», ante la atónita mirada del personal (que de inmediato se palpa los bolsillos), la mueca de reproche de la pescatera y las risotadas de los boquerones; y qué no decir del trémulo día de resaca cuando les preguntan cómo se encuentran y responden entre balbuceos que la noche anterior les sentó mal una lata de berberechos 70/80 ( un consejo: no vuelvan a repetir? lo de los berberechos, con ese miserable tamaño siempre sientan mal).

Estos cotidianos episodios que los pobres mortales deben soportar a lo largo de sus insustanciales vidas nada tienen que ver con la idiosincrasia de unos cuantos -sustanciales- personajes políticos a los que, además de sentarles mal los berberechos y el traje, les sienta muy mal los principios y valores que sustentan a las verdaderas democracias, a los pueblos libres. Este es el paradigmático caso de la emergente formación asambleario-populista, de extrema izquierda, que gira bajo el popular nombre de Podemos. Resulta que a ellos y a ellas no les sienta nada bien la libertad, sobre todo la libertad de expresión y de información; no les sientan nada bien los medios de comunicación libres e independientes; no les sientan nada bien los periodistas con criterio propio, los que no se pliegan al dictado de sus consignas, los que se atreven a informar con veracidad e independencia de Podemos, de sus dirigentes y dirigentas, de sus jardines secretos, de sus verdaderas intenciones, de su financiación, de sus divergencias, de su organización interna, de sus luchas cainitas por controlar el poder orgánico o de sus sibilinas purgas dirigidas a disidentes y disidentas. Piensan, como el maestro Lenin, que la libertad es un bien tan valioso que hay que racionarlo. Y nadie mejor para suministrar a la sociedad las proletarias cartillas de racionamiento que la casta podemita, su cúpula directora. Así ocurre en la Venezuela de Chávez-Maduro, donde la mitad del pueblo va de compras con las manos vacías y la otra mitad vuelve con las manos vacías de la compra.

La Asociación de la Prensa de Madrid emitió este lunes un comunicado exigiendo a Podemos que dejara de una vez por todas la «campaña sistematizada de acoso personal y en redes que viene llevando a cabo contra profesionales de distintos medios, a los que amedranta y amenaza». La APM atendía así el amparo solicitado por un grupo de periodistas que se sienten acosados y presionados por el equipo directivo de Podemos, encabezado por Pablo Iglesias. Los más importantes periódicos españoles sacaron duras editoriales sobre estos comportamientos. Pero como viene siendo inveterada costumbre podemita, ellos y ellas niegan tales presiones y amenazas sin un mínimo examen de conciencia ni autocrítica. Si a la APM no le gusta nuestro trato con los periodistas que vaya a los tribunales, sentencian. Nada nuevo: Pablo Iglesias ya reivindicaba regular los medios de comunicación con mecanismos de control público. ¿Les parece bien a nuestros periodistas esa vigilancia pública a cargo del poder? ¿Cuál sería el siguiente paso, la censura? ¿Y el siguiente, el cierre de algún medio? ¿Qué ocurre en Venezuela, modelo a imitar del populismo? Fácil, desde que el chavismo gobierna se ha multado a periodistas y medios de comunicación, se han cerrado decenas de periódicos y cadenas de televisión, se les ha demandado ante la independiente justicia venezolana, se ha expulsado del país a periodistas y medios (véase la CNN), y se aplica duramente la censura. ¿Cuántos medios de comunicación independientes hay en Cuba o en Irán? Pregúntenle a Iglesias o a Monedero, seguro que lo saben.

En el fondo es siempre lo mismo, nada ha cambiado desde que hace cien años -no de soledad- la revolución comunista transformara un mundo malo en otro mucho peor. ¿Libertad para qué?, le espetó el socialista científico Lenin a un socialista-idealista español, Fernando de los Ríos. ¿Libertad para qué?, siguen preguntándose cínicamente las nuevas generaciones del comunismo-populista nacidas de aquellas viejas ideologías que se casaron con la represión para divorciarse de la libertad. Qué mal les sentaba ese traje, de ahí que se embozaran en uniformes monolíticos (recuerden los de Stalin, Mao, Castro, Maduro) como coartada para ocultar su aversión por la libertad. Lo inquietante es que los sastres que confeccionaron aquellos trajes han abierto tienda en España. Poco a poco, tacita a tacita.