Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tener o no tener

Hay niños que, además de vulva, tienen examen de matemáticas mañana y no se aclaran con las ecuaciones de segundo grado. También hay niñas con pene que intentan aprenderse la tabla periódica o que están haciendo ejercicios de sintaxis como descosidas. Hay niños que tienen vulva y partido de tenis el próximo sábado, así como hay niñas con pene intentando que funcione el circuito eléctrico de clase de Tecnología, ése que al final acaban haciendo tus padres porque las dichosas bombillas no se encienden. Hay niñas con pene que de mayor quieren ser astronautas y niños con vulva que guardan piedras de colores raros en una caja (ellos no lo saben, pero la caja se acabará perdiendo en una mudanza).

Por otra parte, y aquí voy a ponerme seria, hay niñas con pene y niños con vulva que tienen en casa un robot Emilio (el juguete mayordomo que iba solito por el pasillo y te traía cosas en su bandeja), mientras que a mí los Reyes Magos nunca me lo trajeron. Y mira que lo pedí. Este favoritismo me parece indignante y no entiendo por qué no hablamos más sobre el tema. ¡Cuánto odio a esos pequeños afortunados!

Algo que también tienen los menores transexuales (con robot o sin él) son unos índices de intento de suicidio devastadores y unas cifras de acoso escolar que nos harían vomitar de asco y miedo. Insultos en el patio, agresiones de compañeros y familiares, inseguridades que taladran cada poro de la piel y provocan cortocircuitos. Y todo durante su etapa de crecimiento y formación, cuando el universo es un gran interrogante.

Así que, lo que seguro, segurísimo no tienen estos chavales es la necesidad de aguantar las sandeces retrógradas de unos desquiciados que han decidido homenajear al libro Teo va en autobús. Un puñetazo verbal sobre ruedas que les persigue hasta la puerta de sus colegios, en los parques en los que se columpian, al salir del entrenamiento de fútbol o de la biblioteca. Imaginad que cada mañana te griten que tu existencia es un error, que estás estropeado por sentir lo que sientes y que tu identidad es mentira. Que eres un engaño. Imaginad vivirlo con 12 años. Si como sociedad no somos capaces de proteger a un colectivo tan vulnerable y atacado, no sé de qué nos sirve jugar a los adultos responsables.

A todo esto, qué obsesionada está la carcundia con los genitales ajenos. Algún trauma se esconde ahí. Por favor, familias, abrazad mucho a vuestros hijos, que si no les creáis carencias afectivas y de mayores se apuntan a Hazte Oír y nos castigan con sus desvaríos.

Los demás, poseamos lo que poseamos entre las piernas, deberíamos exigir ya que ese chiringuito de babosas carpetovetónicas deje de ser considerado de utilidad pública. Más que nada, porque dicho estatus les supone disfrutar de ventajas fiscales con las que financiar sus patochadas del odio. Aunque bueno, si el objetivo era que tomáramos conciencia de los problemas a los que se enfrenta el colectivo trans y de la importancia de apoyar su lucha, lo han hecho genial. ¡Felicidades! Con los impuestos que empiecen a ingresar podríamos, por ejemplo, regalar un robot Emilio a cada ciudadano. Él, al contrario de los sinvergüenzas de Hazte Oír, sí convertiría nuestro mundo en un lugar mejor.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats