Una vez pasados con virtuosa resignación -o con sosegada idiotez, en expresión de Borges- los carnavales; una vez que ha declarado ante el Tribunal Supremo, como quien pasara por allí cual si fuera su casa, el finisecular separatista Francisco Homs; una vez que toda una familia española ha pasado a ostentar el récord de encontrarse seriamente al borde de un ataque de nervios judicial pese a estar envueltos en la coartada del independentismo, los Pujol-Ferrusola de toda la vida; una vez que todas las ministras del primer Gobierno feminista del mundo, el de Suecia, hayan pasado por delante del presidente de Irán cubiertas voluntariamente con velo-hiyab como sumisa y ejemplar reivindicación feminista ante un gobierno que mantiene una policía religiosa encargada de vigilar que las mujeres iraníes no vayan descubiertas y que castiga la homosexualidad incluso con la muerte (días después Marie Le Pen se negó a llevar velo para reunirse con el gran muftí de Líbano, pese a que esto escueza de lo lindo a la progresía multicultural muda ante el espectáculo feminista de las ministras suecas); una vez que el Gobierno más feminista del mundo, el sueco, pasa de sus convicciones pacifistas y restablece de nuevo la mili obligatoria alegrando problemas de seguridad; una vez que ha pasado la ceremonia de entrega de los Oscar constatando de nuevo la autocomplacencia con que se regalan sus oídos los actores y actrices, amén de las manidas críticas políticas siempre en la misma dirección ?ahora Trump?, nunca Irán, donde el régimen democrático islámico censura el escote que llevaba en la gala Charlize Theron (un guiño a las ministras feministas suecas); una vez que la Comisión Europea pasa de sus principios y pide ahora la expulsión de un millón de inmigrantes y mano dura en la deportación, criticando a España por ser demasiado blanda en las detenciones (¿En esto de las expulsiones de inmigrantes no era Trump el único malo, malo?; ¿arderán las calles europeas pidiendo declarar persona non grata a la Comisión Europea?); una vez dicho esto, va siendo hora de pasar a que les cuente a ustedes dos de qué va la epístola de este domingo: libertad de expresión, sí, pero según quien la exprese y contra quien se dirija.

Con el nacimiento de una nueva nación ?con permiso del equívoco D.W. Griffith? gracias a la irrupción en el escenario político de los inequívocos miembros y miembras de Podemos y sus terminales periféricas, la ciudadanía española, incluida la catalana, tuvo ocasión de desayunarse con una serie de portentosas actuaciones en vivo y sutiles comentarios en las redes sociales venidos, muchos de ellos, de las manos podemitas. Ponían así la libertad de expresión a prueba estirándola hasta sus límites con el fin de ensanchar los angostos caminos de la verdadera libertad. Y tratándose de expresiones o actos referidos a la Iglesia Católica, a su religión, todavía se hacían más necesarias estas acciones para que de una vez por todas se derribasen los ominosos y reaccionarios muros de intolerancia de los católicos. Pero solo contra la religión católica, ojo, si alguien osa deslizar el más mínimo comentario sobre la religión islámica, por ejemplo, es inmediatamente tachado de «islamófobo». Contra la religión católica, el Papa, sus obispos y sacerdotes se pude decir todo, es libertad de expresión, pero lo referido a otros credos es islamofobia, racismo y discriminación por motivos de odio.

De ahí que todos los actos, conferencias, chistes, chacotas, performances progres, dibujos, artículos y demás material de genuino arte anticatólico ?¿se podría decir cristianofobia??, que vaya contra la Iglesia Católica, es considerado por la progresía multicultural como auténtica libertad de expresión. Si alguien se atreve a cuestionarlo es un intolerante, un reaccionario y un fascista. No importa referirse miserablemente, con insultos, de manera soez, en nombre de la libertad de expresión, a Jesucristo, la Virgen María, el Papa, sacerdotes o monjas (vean el recurrente y torticero sofisma de la gauche divine, del feminismo de salón, al comparar los hábitos religiosos de las monjas con los burkas y velos de mujeres musulmanas como coartada para justificar estos); no importan las representaciones al aire libre, frente a un numeroso público, en las que se ofende, en nombre de la libertad de expresión, símbolos y devociones católicas. Todo eso es libertad de expresión. Pero insisto, solo referido a la religión católica. La libertad de expresión unidireccional.

Como al principio del artículo mencionaba los pasados carnavales, finalizo el mismo haciendo referencia al de Tenerife. Resulta que Drag Sethlas (Borja Casillas) ganó la gala Drag Queen con un número en el que empezó travestido de Virgen para acabar convertido en Cristo crucificado con frases como «si quieres mi perdón, agáchate y disfruta». Drag Borja, después de hacer referencia a la libertad de expresión, dijo: «Buscaba polémica y lo he conseguido». Borja Drag quiere ser, además, profesor de religión. Así se ejerce la libertad de expresión con la Iglesia Católica. El presidente de la Federación Islámica de Canarias, Tijani El Bouji, dijo al respecto: «Los musulmanes no aguantarían una falta de respeto de este tipo». Ni Drag Sethlas se atrevería (Borja Casillas tampoco). De ahí la libertad de expresión: saben que los católicos siguen poniendo la otra mejilla.