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El eterno retorno

Tengo una amiga negra. Cuando nos conocimos me contó sus cuitas y pesares y acorralamientos y vacíos que ha tenido que padecer por tan peregrina razón. Ser negra. «Mijo, yo no tengo la culpa de ser negra», me dijo. «Yo tampoco de ser blanco», le contesté. Vaya lo uno por lo otro. Bueno, yo soy de un blanco raro, un blanco marmóreo, nuclear, casi cegador, por eso me da vergüenza quedarme en porreta en la playa. También tengo una amiga polaca que me contó el otro día que en varias ocasiones le habían mandado a su tierra a cajas destempladas. Yo también he padecido eso sobre todo cuando opino sobre la mujer y la fiesta. Si no estás a gusto, vuélvete a tu tierra «castellà de merda». Lo he dicho en más de una ocasión. Repetimos ciclos históricos con una fidelidad sorprendente. Lo que estoy viendo últimamente me está forzando a emparentar el siglo XXI o bien con la edad media (los cursis dicen medioevo) o directamente con Atapuerca. Vuelven por sus fueros el racismo, el clasismo, la xenofobia, la homofobia, el fascismo y la intolerancia. En Madrid han tenido que llamar al orden a un grupo ultracatólico, ultraconservador y proto gilipollas que habían soltado autobuses por las calles con la siguiente leyenda: «Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen» ¿Y los tontos del culo, qué tienen? Al parecer su destino eran los colegios donde repartían folletos que alentaban a la discriminación de homosexuales y transexuales. Puede que los tontos del culo, estos, tengan un pito y una vagina en la cabeza, están obsesionados con la genitalidad. Estos ultratodo o están enfermos o mal follados (perdón). Hombre, los niños y las niñas, aparte de pene y de vulva, tienen más cosas, digo yo. Inteligencia, sentimientos, inquietudes, fantasía y piojillos en el pelo cuando viene la época. Ahora bien, cuando les llegue la hora de la coyunda, (también suele decirse ayuntamiento carnal), el uso que hagan de sus genitales ya es cosa de ellos. Decía San Agustín hace ya muchos siglos, que además de filósofo y también católico era bastante más abierto de mente que estos retrógrados, «Ama y haz lo que quieras». La sexualidad, como la buena mesa, como el arte, la música está hecha para disfrutar de ella. Carece de importancia la elección de su destino. Termino con otra anécdota, que últimamente estoy de un autobiográfico que ya me repugno a mí mismo. Tengo dos muy buenos amigos, un matrimonio homosexual a los que mucho estimo que son un dechado de ternura, respeto mutuo y cariño. Les aseguro que les encargaría la educación de un hijo mío a ellos antes que a cualquiera de estas familias «convencionales» ultracatólicas, come misas, que confunden el culo con las témporas y que no saben distinguir entre un ser humano y su pormenor. Bueno, gente como Nacho Vidal calzan pormayor. Pero eso ya es cuestión de suerte o un capricho de la naturaleza o fruto del azar como ser negro, blanco, polaco, homosexual o tonto del culo. Ay si estos últimos volaran€no tendrían necesidad de prohibirnos la energía solar.

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