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Luis Prats

Puesta en escena

Con un atrezo medido al milímetro, la escenificación de la unidad endógena del Hércules quedó en un intento fallido para la galería. Los espectadores, los aficionados en este caso, incluidos la mayor parte de los medios deportivos de la ciudad, no han comulgado con la rueda de molino que Ramírez y resto de responsables de la dirección intentaron tragara todo quisque con una puesta en escena a la que no le falto de nada, ni nadie. Ahí estaban todos, sentados en primer término el apoderado, hombre fuerte del club, o como gusten llamar a el vasco Ramírez; a su diestra los capitanes, Peña, Chechu y Chema, y a su siniestra, el prescindible presidente Carlos Parodi, como convidado de piedra en el auto teatral. Tras la mesa presidencial, la plantilla al completo, seria y atenta a las palabras del hombre fuerte del Hércules, el que parece pone las pelas. Junto a ellos, en medio, el origen del conflicto, el entrenador Luis García Tevenet, con cara de no haber roto un plato, y en un extremo, cerca de Parodi, los otros responsables del desaguisado deportivo, los que contratan, o dicen estar para ello, los que no han dado una a derechas en este mercado de invierno, por acción o sumisión, sus nombres Javier García Portillo y Dani Barroso.

Con once partidos perdidos y a cinco puntos más el golaverage del último puesto de la promoción, la confianza en el entrenador y la plantilla es cero patatero, por mucho que se empeñe Ramírez en demostrar una fe ciega en el míster sevillano. Sus números son tan desastrosos que él mismo debería tener la valentía de afrontar la debacle y hacerse a un lado. Un Luis Enrique pero con efecto inmediato. Pero lo más divertido de todo, por no utilizar otros epítetos, es que los dirigentes afirman sin sonrojarse que el trabajo de Tevenet es bueno, y que además cuenta con el apoyo de toda la plantilla. Que vayan todos al oculista que tienen un grave problema de visión. Esto es el paroxismo de «sostenella y no enmendalla». En pleno naufragio, con el barco escorado y haciendo aguas por todas partes, el timonel fuera de sí y mástil y velamen hechos trizas, afirma Ramírez que de este barco no se baja nadie.

La mayor parte de los naufragios se salvan primero achicando agua, y aquí la tenemos estancada, pudriéndose desde hace algunas jornadas, diciendo todos aquello de que a partir de ésta encontraremos ese deseado punto de inflexión que nos catapulte a los puestos de privilegio, pero la ley de Murphy es tozuda y pone a cada uno en su sitio. El del Hércules cada vez más lejos de sus objetivos. Y el de Tevenet, a pesar de la puesta en escena debiera estar lejos, muy lejos del Hércules.

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