Vale, ¿quién del equipo de campaña de Trump o de su entorno no se reunió o negoció con el embajador ruso, Serguei Kislyak? Que lo diga y así acabamos antes. Si el magnate quiere terminar con las filtraciones sobre su contubernio con el Kremlin, no tiene más que salir e investir al inocente o inocentes con el premio a la lealtad a su país. De lo contrario las agencias de inteligencia, que se le tienen jurada, seguirán chivándole a los medios quién evacuó consultas con el hombre de la papada y el pelo a lo Yeltsin para tratar de lo que sea (¿qué será?) que Trump tiene con Moscú. Tras el consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, que dimitió, y el fiscal general, Jeff Sessions, que no, se sabe ahora que también el yerno y asesor de Trump, Jared Kushner, pegó la hebra con Kislyak. ¿Quién será el siguiente? ¿Quizá Ivanka, su esposa, en busca de un acuerdo ventajoso para su línea de ropa y complementos? ¿O será ya el turno del secretario de Estado, Rex Tillerson, al que Putin condecoró en 2013 con la Orden de la Amistad?