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Antonio Sempere

A dos velas

Decían que iban a terminar con las diputaciones. Algunos partidos políticos llevan en su programa acabar con ellas. Pero lo cierto, al menos a efectos de quienes somos usuarios adscritos al negociado de Cultura, es que no sé qué sería de nosotros sin ellas. Desconozco las interioridades de las 41 diputaciones provinciales existentes en nuestro país. Pero si nos atenemos a lo que ocurre en Alicante, da la impresión de que es la única institución donde corre el dinero a espuertas. De dónde lo sacan es una pregunta retórica. Pero los hechos son contundentes.

Hace pocas semanas la Concejalía de Cultura, en un alarde de transparencia, hizo pública incluso la letra pequeña de todas las partidas en las que invierte su restringido presupuesto, un 0,34% del total. Peinando dato a dato podemos comprobar las estrecheces a las que se ve sometido el regidor. Imposible olvidar las declaraciones de su antecesor cuando confesó, sin rubor alguno, que el presupuesto para bibliotecas municipales era de mil euros para todo el ejercicio anual.

Mientras tanto, sin apartarnos de los territorios de Cultura, en el gobierno provincial, como ahora denominan en sus logotipos a la Diputación, disparan con pólvora de rey. Si imitando el ejercicio de transparencia municipal se nos mostrasen todos los epígrafes de los presupuestos, desglosados punto por punto y coma por coma, seguro que nos caíamos de espaldas. Mientras la Concejalía de Cultura reserva 120.000 euros como contribución anual al Teatro Principal, y es una cantidad reseñable para el total a repartir, el Instituto Juan Gil Albert maneja una cifra por encima del millón de euros. Ello por no hablar de lo que sucede en el Marq y en el ADDA. Mientras, Consell y Ayuntamiento solamente saben contar penas, hablar de herencia heredada y de presupuesto intervenido, el gobierno provincial parece al margen de las restricciones. Quienes tengan alguna duda al respecto que acudan a la entrega del Premio Azorín, que este año está abierta al público, esta tarde en el ADDA. ¿Cuántos euros cuesta el evento, mucho más allá de los 45.000 euros del premio? Extrapolando imagino qué ocurriría si la Diputación también gestionase otros puntales de nuestro tejido cultural. Si fuese propietaria del Teatro Principal, la aportación de 120.000 euros podría pasar a 1.200.000, como si nada. Y no sólo eso. Seguro que por un euro simbólico compraban su parte al Banco hasta hoy propietario del 50% de la propiedad. Corriendo a cargo, con todas las consecuencias, con el 100% los gastos de mantenimiento que esta medida acarrearía. ¿Y si la Biblioteca Pública del Estado del Paseíto Ramiro, ahora gestionada por el Consell, y bautizada con el nombre de Azorín, dependiese de la Diputación? Pues en ese caso estoy convencido de que hace muchos años habrían acabado lo malos olores. Y si no la reforma integral, tan necesaria, al menos se habrían acometido obras urgentes en accesos, aseos y ascensores. Qué menos.

Pero no. Descendamos a la realidad y pisemos tierra. Ayuntamiento y Generalitat están a dos velas. Consolémonos con lo que tenemos. Y hagamos de la necesidad virtud. El Principal acoge mañana el estreno nacional de En la orilla, puro Rafael Chirbes, que tanto sabía de todo esto, de la gestión de lo público y lo privado. Adivinen a cargo de quién ha corrido a cargo la producción, más allá del arrojo y el entusiasmo del gran Adolfo Fernández, su artífice artístico. Pues sí, en los créditos figura la Diputación de Valencia.

Quién si no.

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