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Las peligrosas mujeres y los libros...y Mr. Trump

La noche de la Edad Media duró mil años. Durante ella, fueron los monjes quienes preservaron contra la barbarie el más maravilloso signo de la civilización humana, los libros.

En nuestro tiempo, no sabemos cuánto va a durar este canibalismo utilitario, como suele llamar el Papa Francisco al Neoliberalismo, ni si va a pasar de 4 años el señor Trump.

Sin embargo, es evidente que los libros son en esta época menos importantes. Pero… sabemos quienes están guardando para el futuro los bienes fascinantes de la lectura… Son las mujeres.

Ellas van a salvar ese mundo detrás del mundo que es el libro. Lo digo con conocimiento de causa. Durante el año 2016, he presentado mis libros en Estados Unidos ante 61 clubes de lectores, y los “lectores” eran, siempre, lectoras.

Ahora, a menos de una semana de llegar a este país, he hecho presentaciones ante clubs de lectoras de San Francisco, de Boston y de un pequeño pueblo de Oregón.… y al mismo tiempo, ante un grupo de Sevilla y otro de Oviedo..

No tengo un jet particular. No me moví de mi oficina para ir a ningún aeropuerto. Más bien, todas estas actuaciones fueron hechas gracias al mágico servicio de Skype. En este momento, tengo ya más de 40 compromisos cibernéticos para el resto del año.

Los “lectores” eran en realidad lectoras

Por supuesto, me he presentado también en universidades, bibliotecas y otras ágoras, pero, repito, los clubes de lectura estaban constituidos siempre por mujeres.

Una excepción fue encontrarme con los obviamente masculinos clubes de lectura de los presos de la penitenciaría de Oregón. Sin embargo, sus miembros me informaron después que en la formación había sido determinante el apoyo de la socióloga y profesora universitaria Maureen J. Dolan y de sus alumnas.

En el Perú, no he usado de la cibernética y he acudido a varias mixtas ferias del libro, pero he hecho muchas presentaciones en clubes y, en todos los casos, los lectores eran lectoras que a veces, incluso se adelantaban al tiempo.

El camino de Santiago

El mes pasado, por ejemplo, Elena de Oechsle a quien todavía no conocía, me invitó a que fuera su casa en Miraflores para hablar con ella y con sus amigas acerca de mi novela “El camino de Santiago”. Habían leído las noticias que me señalaban como finalista del concurso mundial de novela Planeta 2016. Le dije que ese libro todavía no había sido publicado, y entonces ella me pidió que les comentara “Vallejo en los infiernos”.

El club, que según Elena, era de un “puñado de chicas¨ resultó ser de unas 60 bellas lectoras, y quedé comprometido con ellas para presentarles mi próxima novela impresa.

¿Será casual todo esto? Si ustedes creen que lo es, averigüen qué porcentaje de los alumnos de los departamentos universitarios de literatura en Estados Unidos son alumnas, y se encontrarán con una cifra cercana al 80 por ciento, que corresponde a mi propia constatación en las clases que dicto de esa materia.

¿Leen más las mujeres? Parece que sí. ¿Por qué? ¿Tienen más tiempo libre? No lo creo. En la sociedad de hoy, trabajan tanto como los varones, o más.

¿Por qué no se dedican más a ver televisión? ¿O porque no se reúnen en clubes de costura, como le gustaría al cardenal Cipriani?

No lo sé. Tal vez tendrán que explicarlo los sociólogos.

Tal vez me lo explique mi amiga Inés Guerra de Gijón quien acaba de cumplir 96 años y sigue trabajando en su librería de Trujillo.

Inés vende, fía o presta los libros. El mes pasado, estuve en su casa tomando té y comiendo alfajores y bizcochos Castañeda mientras me acometían con preguntas unas 40 damas que habían escudriñado en Trujillo uno de mis libros.

Asustar a Trump

Me encuentro ahora en Estados Unidos donde las mujeres han organizado en estos días las gigantescas manifestaciones contra un presidente misógino, racista y enemigo del progreso.

Creo por eso que les debemos más de lo que creemos. En uno y otro lado, los círculos de lectura -generalmente dirigidos por ellas- nos están preservando de la barbarie mientras asustan a Trump y nos ofrecen libros junto a humeantes tazas de café, miradas extasiadas y deliciosos bocadillos.

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