Sé que sonará chiste, pero hay días que son para creer que existen las meigas, y de verdad. No sé cómo, de corazón que son esas cosas, esas que te dejan al borde del colapso, y dices, pero ¿cómo es posible? Son esos días que se bloquea todo, llegas a todo pero con un esfuerzo sobrehumano, y cuando llegas respiras y dices... ufffff, normalmente acompañado de dos o tres bramidos acordándote de alguien, más o menos? Pues esta semana, por lo menos para mí, ha sido un salto de vallas con pértiga incluida y tirabuzón en el aire, más menos? de locura total? y mucho más? locura americana que se dice, de esas que jamás pensaste que se pueden juntar a la vez. El coche se pincha, el ordenador casi peta, las cosas se caen, el mundo brama a la primera, todo cuesta el triple y tú, que ya lo flipas, no sabes ni qué hacer mientras corres como una gacela rampante entre barro, aceras, trenes, aves, taxis y a dos teléfonos y, de paso, acordándote de que ya tu padre decía en bajito «meigas, haberlas haylas, aunque tú no veilas...» pues la verdad empiezo a pensar que hay un tropel y tienen ganas a las tías fuertes, normales, currantas y algo monas que nos buscamos la vida desde que el tiempo existe, mientras muchas de las que te ponen verde llevan años colgadas del maromo pagador de turno, eso sí, criticando a las demás desde las barras naftalínicas de bares de cierto «glamour» que parecen sacados del recuerdo de las películas de terror de «cuarta b». Esas son las que llamo plutónicas, y están por todos los rincones. Sin ir más lejos esta columna se la dedico a un episodio que me ha dejado cuanto menos consternada. Ni más ni menos que me atreví a ver el viernes el famoso Sálvame Deluxe, tela? y descubrí a la «pobrecita» Alba Carrillo. A mí, no sé a ustedes, me da que esta chica además de necesitar arduamente la pasta, no tiene un buen asesor, porque después de esto se tiene que dedicar al «tráfico de alpiste» como poco. El insigen Kiko Matamoros, que me cae de cine, la verdad, la puso firme como una vela. No es por nada pero el pobre Feli, Feliciano, o más bien, «ilusoniano» number one del tenis nacional, es un pobre desgraciao al que ser tan mujeriego y caprichoso le ha devuelto una moneda amarga. La vida, como a Don Giovanni, se ha pasado con él «dos pueblos» y le ha largado un palo para tal astilla con la prenda esta que se llevó puesta a casa. Me fascinó ese aire de modosita, casta y pobre chica de provincia que maneja con maestría, y tras el que, sinceramente, hay una de esas plutónicas tan peligrosas de las que íbamos hablando al principio. Me dejó muerta, en la bañera casi?. cuando destrozó en dos retazos hasta la virilidad del tenista y lo dejó al borde de un inútil. Mientras la supuesta feroz familia de lobos (es decir, los padres y hermano de uno de los mejores deportistas de la Historia de España) se portaba con una clase muy propia de su origen, del norte, con valentía leal y decencia «torera» la nena le faltó solo dar detalles hasta de sus calzoncillos... Aunque el espectáculo nacional quedó bordado con las frases gloriosas de otras plutónicas de lujo, como Fiona Ferrer que, vaya lujazo, se permitió el lujo de hablar de la modeli exaltando su condición de vividora y colgada de? vaya por dios, porque al parecer ella es premio Nobel de periodismo, arquitectura, música, moda y literatura y jamás se casó con Jaime de Polanco, que la sacó del anonimato más profundo del que jamás habría salido ni para respirar aire de la calle misma?en fin, telita. Lo mismo que Belén Polanco, vamos, que esta semana ha inaugurado la mega preciosa feria Justmad con arte contemporáneo, moda, cultura y mucha dosis de clase pura, como ella, en Madrid. Esta mujer me recuerda que sigo prefiriendo saltar vallas, correr por circos y hacer malabares que ser de Plutón, ahora y siempre, clarito, clarito. Y si acaso, me monto en un barco a Venus antes que esta «fiesta». Feliz domingo.