Sí, ya sé que el título de esta tribuna que nace del pasmo es previsible. Un juego de palabras tontorrón que puede ocurrírsele a cualquiera. También podíamos haberla titulado «Nóos» toman por imbéciles, «Nóos» la dan con queso, «Nóos» venden la burra, «Nóos» sodomizan y, al parecer, le estamos pillando el gusto porque o callamos como putas (se me perdone el símil, que nada tengo contra estas beneméritas almas caritativas) o protestamos a medio gas en los papeles y en los bares. Y se acabó. En poco tiempo la desvergüenza real y judicial pasará a la historia, como tantas infamantes historias que olvidamos durante este bonito lapso histórico-histriónico que venimos llamando democracia. García Márquez escribió un novelón, como todos los suyos, titulado «Crónica de una muerte anunciada». Claro, la anunció tan rápido que la escena del asesinato de Santiago Nasar aparece en el primer capítulo. ¿Alguien podría darme razón de lo que ha durado la pantomima del juicio por el caso Nóos? ¿Cuánto ha durado y a cuánto hemos salido por barba para pagar un burdo engaño? No hay que ser un cráneo privilegiado para darse cuenta de que la sentencia estaba escrita desde el primer día. Cómo va a entrar en prisión una grande de España a compartir tendal con yonkis, hurgamanderas, ladronzuelas de medio pelo, navajeras y casquivanas de toda laya. Hasta ahí podíamos llegar. Todavía hay clases. Clases y privilegios medievales. Al gran cuñado de España, al cuñadísimo duque «empalmao» dicen que le han caído seis años, los mismos que a un chaval por trincar ochenta euros con una tarjeta falsa y sólo cuatro más que a una twitera por un chiste sobre un dictador. Todavía está por ver que pise el trullo.

Aún tienen el cinismo de ponerse la medalla. De todo se saca tajada. Gritan los voceros con beatíficas caras y maneras abaciales que con este caso queda demostrado que la justicia funciona en España y que es igual para todos. ¡Agárrame esa mosca por el rabo! Lo que queda demostrado, y ya ha tiempo, quizá demasiado es que a la monarquía no hay quien la tumbe. Ni un elefante blanco ni uno africano, ni un par de miembros corruptos, ni corinas ni vedettes, ni la dolce vita que se pegan los tíos jodíos a cuenta de sus vasallos. Lo que sí queda demostrado es que, entre unos y otros, que se reparten jueces como si fueran cromos, que censuran, que hacen leyes a su medida, que nos comen por sopas y no mueven un dedo para acabar con otra crónica, la de una crisis anunciada y orquestada, nos están poniendo en riesgo a todos. Nos matan de hambre y no sólo de hambre y sed de justicia, que también, si no de esa que es como un perro mordiéndote las tripas y a muchos los lleva a meter la cabeza en un cubo de basura. Lo que sí queda demostrado es que éstos que vienen gobernando desde los Reyes Católicos, la derechona de caspa y peineta no hay quien los despegue de la poltrona y menos ahora, que se han hecho fuertes al arrimo de una izquierda miserable y traidora.

Lo que sí queda demostrado es que, efectivamente, somos ciudadanos medievales, conejitos de indias, sumisos, tragaldabas de injusticias, mendicantes de un trabajo justamente remunerado que nos toca por derecho y un sitio donde penar, yacer, comer y morir dignamente. Somos corderos balando a la luna, víctimas de una gran mascarada, un embuste que se dilata por siglos y nuestra capacidad de reacción es nula, tenemos menos espíritu revolucionario que una ameba o un paramecio, vulgo: «tenemos lo que nos merecemos». Y yo me pregunto: ¿No «Nóos» da vergüenza?