odos no somos iguales ante la Justicia. Ya lo puede decir el Rey actual, o el anterior, en el discurso navideño o en el más solemne ante las Cortes. Lo puede decir el anterior Papa, el actual esto no lo diría. Lo dirá el presidente del Gobierno, el actual o los anteriores. Por mucho que las más altas instancias -muy apropiado lo de las instancias- digan lo contrario, por activa o por pasiva, mis vecinos no se creen eso tan manido de que todos somos iguales ante la justicia o ante la ley. Les da la risa, o les da por lanzar improperios irreproducibles, y maldiciones varias que no es difícil imaginar. Ni siquiera se creen la frase de El Roto: somos iguales ante la justicia, pero diferentes en las sentencias. Y más con el mes largo que llevamos de sentencias y resoluciones judiciales sonadas. Dígale usted si se atreve a sus conciudadanos que somos iguales ante la justicia. Si hay confianza verá el chaparrón que le viene encima. Y menos mal que el TSJ de la Comunidad Valenciana ha creado precedente.

Se pongan como se pongan todos, no somos iguales ante la justicia. Como mínimo por tres razones que voy a tratar de exponer con la economía argumental que exige un artículo. Primero, porque estamos en una sociedad desigual. Y eso no hay turno de oficio que lo corrija, y menos cuando ese turno es víctima de los recortes de Montoro. Y lo que es peor con una desigualdad creciente. Lo dice la Comisión Europea en el examen para 2017 -COM (2016) 725 final- y en el específico de España en que recoge los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida del INE: desde 2010 la desigualdad social viene aumentando, otros indicadores como pobreza y exclusión social se han estabilizado en 2015, pero no las desigualdades. Es uno de los objetivos de la Estrategia Europea 2020 que menos cumplimos. Por cierto, en el informe sobre España hay sendas recomendaciones sobre lucha contra la corrupción y por la independencia de la justicia -estamos en el puesto 17 de los 27 socios- el Consejo de los Jueces Europeos tiene dudas sobre la reforma de 2013 sobre el órgano de gobierno de los jueces. Imagínese lo que pensarán de las actuaciones de la Fiscalía. Somos más desiguales ante la justicia porque hay una creciente desigualdad social; y a la inversa: seremos algo más iguales ante la justicia si reducimos las desigualdades sociales. El crecimiento de la desigualdad es unpeligro muy serio para el futuro, es el caldo de cultivo de los populismos, pero no se ve disposición para aplicar políticas que la eliminen o reduzcan.

Segundo: los jueces y fiscales son de este mundo. Conviene no olvidarlo. Y no lo digo solo porque tengan estas o aquellas ideas, que es inevitable. A mí no me cabe duda que la inmensa mayoría son celosos de su independencia y ecuanimidad profesional, a veces con una entereza e integridad admirable. El juez Ruz, instructor en la Audiencia Nacional de los casos Bárcenas y Gürtel, sustituto de Garzón, fue ejemplar. Pero que las presiones existen, como ha reconocido el fiscal jefe de Murcia, parece evidente. Y al igual que las presiones, también pueden existir las «tentaciones» de subir en el escalafón judicial, o pasar a formar parte de algún rumboso y ampliamente remunerado bufete. Alguien debería explicar el desfile de jueces y fiscales en la instrucción del caso Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón. Por cierto, Ruz se volvió a su plaza en la localidad de Móstoles.

Por último, recordar que la Justicia era de los sectores mas «bunkerizados» durante la transición. Los altos magistrados del Tribunal Supremo, de Orden Público y Audiencias habían sido designados -a dedo- por Franco. Mientras en las Fuerzas Armadas se jubilaron y renovaron jefaturas, no pasó lo mismo en el caso de fiscales, jueces y magistrados. Han pasado ya décadas, pero hay un notable grado de endogamia propiciado por el sistema de preparación, examen, prácticas y en definitiva acceso a la judicatura que ralentiza la renovación y la permeabilidad de esa estructura funcionarial.

Siempre puede repetir eso tan manido que dicen los políticos: somos muy respetuosos, o acatamos las decisiones de los tribunales, de los jueces, de la justicia en definitiva. Se discrepe o no. Cualquier otra cosa sería incurrir en desacato o vaya usted a saber. Es de Perogrullo, pero queda bien.