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F. J. Bernabé

Que me lo expliquen

Es de estas cosas de la Justicia que te cuesta creerlas. Aunque te lo expliquen una y otra vez, te preguntas cómo es posible. Vale que estamos en un Estado de derecho, que las leyes están para cumplirlas, que los jueces están muchas veces atados de pies y manos y que lo único que hacen es intentar hacer cumplir una legislación que en demasiadas ocasiones no se entiende. Es de esos temas que lamentablemente restan credibilidad a la Justicia, incluso más que las sentencias de un caso como Noós o las intimidaciones que denuncia un fiscal anticorrupción justo después de haberlo relevado de su puesto, y por mucho que vengan otros compañeros a añadirse a los afectados por presiones indebidas. Voy al tema. Vivimos en un país que acaba de empezar el año con las peores cifras en violencia de género en una década: 16 muertes en poco más de mes y medio, y cuatro de ellas este mismo miércoles en menos de 24 horas. Con estos datos se hace aún menos comprensible la noticia que conocimos un día después: la rebaja de la pena al triste protagonista de un vídeo que pone los pelos de punta y que refleja a las claras la brutal paliza que le propinó un tal Narkis Yakovlev (nada que ver con el de Trillo) a su pareja sentimental en el portal de un edificio de Sant Joan y por lo que fue detenido el pasado 25 de noviembre. La Audiencia de Alicante reduce de dos años a nueve meses de cárcel la pena impuesta al agresor al limitar el alcance de las lesiones sufridas por la víctima, que no quiso denunciar los hechos. Seguramente la sentencia estará de sobra fundamentada en Derecho, pero al ciudadano de a pie le cuesta entender que al mismo individuo que no tuvo reparos en hacer una peineta con cada mano a las cámaras de los medios de comunicación el día del juicio, el mismo elemento que se ensañó con la chica golpeándola una y otra vez y arrastrándola por los pelos hasta conseguir meterla en el ascensor, a ese energúmeno le caigan sólo nueve meses de prisión por un delito de «maltrato familiar». Y debería dar igual que ni él ni su acobardada pareja hayan querido declarar en el proceso. Es de esas cosas que por mucho que Tomás intente explicárselas a Pere, nunca entenderá, no porque no puede, porque no quiere entenderlas.

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