¿Dónde vas?. ¡Al cine!. ¿Qué vas a ver?. ¿Quo vadis?. ¿Qué significa?. ¿Dónde vas?. ¡Al cine!. Y así hasta que nos cansemos de preguntar y responder, porque, como suele decirse, se trata de un diálogo de besugos que no conduce a nada y con el que se entra en un círculo como el de la pescadilla que se muerde la cola, al más puro estilo del tonto que mira el dedo cuando el sabio señala la luna; es decir, sin que el personal se entere de por dónde van los tiros, porque de lo que se trata es de desviar la atención. Así nos aseguramos de que nadie nos acusará de inactividad, ya que, de cara a la galería, planifico cosas, aunque no sirvan para nada, puesto que termino por hacer lo que me sale de los «cataplines». ¡Dame pan y dime tonto, sagal!.

En política se dice que, cuando se pretende que una cosa no tenga repercusión y tan sólo se busque acallar voces discordantes y a personajes disidentes/díscolos, lo mejor es crear una comisión en la que se de participación, incluso con un papel relevante, a los discrepantes, porque de esta manera damos la sensación de que el asunto nos importa sobremanera, aunque los tiros vayan por otra parte y nuestros intereses sean diferentes a los de los demás. ¡Crea una comisión y todos contentos!. Y si alguien se mueve no sale en la foto, porque, como si se tratase de un arma arrojadiza, siempre podremos denunciar la escasa aportación/ayuda de la parte contraria, a la que se pretende cerrar la boca. ¡Y punto pelota!.

En Oleza, no sé por qué -¡o sí, vaya usted a saber!-, con tal de que nos dejen tranquilos y de que «los opositores al régimen» no nos jodan nuestro minuto de gloria -¡efímera, pero gloria!-, somos muy de crear comisiones para poner en marcha proyectos, aunque luego, no sé por qué -¡o sí, vaya usted a saber!-, todo quede en una declaración de intenciones, puesto que, al parecer, quien o quienes consideraron oportuno auspiciar ese equipo de trabajo pasan olímpicamente del «grupete de amigos» que se juntan con el propósito de «sacrificando su tiempo» y sin ánimo de lucro, «hacer un favor» a la comunidad. Total, para qué hacer nada si no se consigue nada y, como el «payaso listo» del circo, siempre se tendrá a quien echarle la culpa de que no se consiga el objetivo por la inacción, el despropósito y el pasotismo interesado de otros, puesto que yo -¡te lo juro por Mafalda! y Dartacan, juntos!- me he esforzado y dejado los cuernos, para sacar adelante lo que se perseguía. ¡Ponga una comisión en su vida!.

El otro día se me cayeron los palos del sombrajo -por no decir que se me abrieron las carnes y casi muero de sobredosis, pero de descojono, no vayáis a pensar otra cosa!- cuando leí en el periódico que la comisión que organiza los actos con los que se quiere conmemorar el setenta y cinco aniversario de la muerte de Miguel Hernández lleva no sé cuánto tiempo sin reunirse. ¡Creo que se hablaba de dos meses!. ¡Qué si quieres arroz, Catalina!. ¿De qué nos extrañamos?. Hay quien, como en mi caso, está «curao» de espanto y ya no se sorprende de lo que hagan -¡o no, vaya usted a saber!- quienes se comprometen a una cosa, aunque luego se demuestra que ese compromiso se adquiere para no llevarlo a cabo y sólo con el propósito de que se cumpla la máxima de Don Quijote: ¡Ladran, luego cabalgamos, amigo Sancho!. ¡Haber «pedío» muerte y no susto!.

¿Se hablaba de dos meses?. ¡Ostras, se me desencajó el corvejón!. Mirad; el verano pasado, casi a punto de arrancar las Fiestas de la Reconquista y de Moros y Cristianos, me llamaron para, a propuesta del entonces presidente de la Junta Central festera, Antonio Manuel García Alcocer, «integrarme en la comisión de trabajo» que busca, mediante la puesta en marcha de diferentes iniciativas, la declaración de Interés Turístico Nacional para nuestra «otra» Semana Grande, junto a la Semana Santa. Fui a una reunión ¡en el mes de junio!. Desde entonces, o nadie ha movido ficha o no ha habido ninguna reunión, puesto que creo que no soy tan despistado, ni tengo principios de demencia senil, como para olvidarme sistemáticamente de una cita que considero importante y que busca algo necesario para difundir, todavía más si cabe, nuestra «Festia», como diría mi amigo y compañero Almohabeno y «barriguero» Juan Ignacio López-Bas. Se denunciaba que hace dos meses que no se reúnen los del Año Miguel Hernández -no Hernandiano, ya que ese fue en el que se conmemoró el centenario del nacimiento del poeta-, mientras que yo hablo de ocho meses, a no ser que haya habido más reuniones de la comisión Turístico-Festera y hayan pasado de mi como de «un mojón como el sombrero de un picaor», con moscas y todo, que, dando un voto de confianza a los promotores, va a ser lo más probable, porque al fin y al cabo lo importante es que haya reuniones de trabajo y no quien participe en ellas. De todas formas, ¡ponga una comisión en su vida y verá como no se mueve ni un papel!. ¡Chao pescao!