l Barcelona quería jugar en el Santiago Bernabéu y el Alavés en San Mamés. La final se disputará en el Vicente Calderón. A falta de estadio nacional, que reclaman algunos, se juega en el campo de la ribera del Manzanares. Durante el franquismo, el Santiago Bernabéu, antes Chamartín, hizo las veces de recinto nacional. Al Madrid le convenía económicamente que la final fuera en su feudo y de ello obtuvo pingues beneficios. Salvo excepciones, su campo fue escenario de las finales presididas por Franco. El Barça ha sido campeón allí en siete ocasiones. Ahora, para no sufrir lo que el madridismo considera agravio, que se oiga el himno barcelonista y el equipo pasee la copa por el césped, el Madrid se escuda en que está en obras. Dado que tal coartada ya ha sido utilizada más de una vez, se puede colegir que las obras del Bernabéu duran más que las de El Escorial, o las del Pilar que dicen en Zaragoza.

En España sólo existen dos auténticos estadios: Montjuic, en Barcelona y La Cartuja en Sevilla. En otros países, el recinto de la final está predeterminado por la condición de estadio nacional como sucede con Wembley en Londres. En España antes de la Guerra Civil hubo finales en Barcelona, Valencia, Bilbao e incluso Irún. En 1939, la primera Copa del Generalísimo, dada por buena pese a ser espuria, ya que incluso la disputaron equipos que no tenían club (Aviación Nacional y Recuperación de Levante, por ejemplo) y comenzó cuando todavía había gente en las trincheras, se jugó en Montjuich y la ganó el Sevilla, club protegido durante la contienda, y su adversario fue el Racing de Ferrol, que contaba con jugadores del Madrid, Oviedo y Valencia (Bertolí).

La vergüenza nacional está en el hecho de que la Copa de la República ganada por el Levante al Valencia en Sarriá en 1937, ha sido reconocida por las Cortes, pero no por la Federación y los miembros votantes de la misma.

Durante el franquismo se disputaron cincuenta y cuatro finales en Madrid. Vicente Calderón, que también ganó la guerra, consiguió que el monopolio madridista le dejara la oportunidad de poner su estadio como sede. El Barça ha sido campeón siete veces en el Bernabéu.

La más ruidosa de las finales fue la de 1959, en que vencieron los azulgrana por autogol de Zunzunegui. Fue la final de las botellas y desde entonces se prohibió la entrada de cascos de vidrio en los graderíos. En la final ganada por el Valencia al Athletic Club en 1967 (2-1), el presidente del club, Julio de Miguel, en el palco presidencial le dijo a Franco: «Le voy a presentar a mi vicepresidente». Se dio la vuelta y Manuel Sala, que había estado preso por el franquismo, se había marchado del palco. Franco, ante la sorpresa del dirigente valencianista, dijo: «Se habrá ido a tirar cohetes».

Al Real Madrid le venía muy bien económicamente ser sede de las finales. También tenía a Franco en el palco en la manifestación sindical de Primero de Mayo. Las finales coperas proporcionaban al club buenos ingresos puesto que obtenía el 18 por ciento de los ingresos y cuando participaba recibía, como es natural, la parte alícuota que correspondía a un finalista.

La permanencia del Bernabéu, salvo excepciones, siempre se consideró que ello era una ventaja económica de la que no gozaban los demás clubes. Siempre se consideró que la Copa permitía pagar fichas como la de Di Stéfano.

El negocio de antaño ya no interesa ahora porque el club ingresa grandes cantidades de euros por diversos conceptos.

El madridismo no quiere ver al Barça campeón en el Bernabéu. A ello se suma el hecho de los silbidos al himno y al Rey.

Y, a más a más, que diría un catalán porque en la grada ondean senyeras. Y esteladas. Y este año, también ikurriñas.