El historiador Jonathan Glover escribió un libro muy recomendable titulado «Humanidad e Inhumanidad, una historia moral del siglo XX». Descubres en él que los comportamientos moralmente edificantes en muchas ocasiones dejan pocas huellas. Pondré dos ejemplos en nuestra historia contemporánea de moralidad e inmoralidad. El primero es el de un joven diplomático, Ángel Sanz Bri, «El Ángel de Budapest», que por su cuenta y riesgo, y sin contar con el Gobierno de Franco, facilitó en 1944 hasta 5.200 pasaportes a judíos que huían de la persecución nazi, utilizando la excusa de un pasado sefardí (unos 200 del total). Hoy el diplomático español, considerado por Israel como «Justo entre las Naciones», está cada vez más presente en nuestra memoria histórica. El segundo caso es el de un magnífico escritor, César González Ruano, que daba nombre a un prestigioso premio de Periodismo hasta el año 2014, cuando dos jóvenes investigadores -Rosa Sala y Plàcid García-Planas- demostraron que el periodista utilizó su estancia en el París ocupado por los nazis para sacar dinero a familias judías con la promesa de una ayuda que jamás se produjo. Mapfre que era la firma que donaba el premio tuvo que darle otro nombre. Por eso, quienes nos dedicamos a la Historia defendemos que el conocimiento del pasado ilumina el presente.

En el caso de José María Pemán, su biografía es bien conocida como católico y monárquico, militante de Unión Patriótica, de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, Renovación Española, diputado en 1933 por Acción Popular, procurador en Cortes durante el franquismo y, en la última etapa de su vida, miembro supernumerario del Opus Dei. Estuvo en su perfecto derecho tanto en su defensa activa de la Dictadura de Primo de Rivera como en su rechazo frontal a la II República. Pero todo cambió en julio de 1936, cuando se inició una guerra que provocaron unos pocos y padecieron unos 25 millones de españoles.

A los pocos días del golpe de estado, Pemán fue el primero en utilizar el término exterminio: «La idea de turno o juego político, ha sido sustituida para siempre, por la idea de exterminio y expulsión, única válida frente a un enemigo que está haciendo en España un destrozo como jamás en la Historia nos lo causó ninguna nación invasora» (Radio Jerez, 24 de julio de 1936. Publicado en «Arengas y crónicas de guerra», Cádiz, 1937, pág. 13). Con palabras de Francisco Espinosa Maestre, uno de los mayores expertos en la Guerra Civil en Andalucía, «no hace falta ser un experto en Pemán para saber que fue de esos monárquicos que se sumaron sin problema al fascismo para que éste les limpiara el país». Y siguió recomendando mucha limpieza: «Como el enemigo está en casa no puede hablarse propiamente de un frente enemigo que se retira; pues siempre, aun después de derrotado y deshecho queda enemigo conviviendo receloso a nuestro lado, huido en el monte, emboscado en el disimulo. Todo esto exige, tras cada paso ganado, una labor de limpieza de policía?» (25 de agosto de 1936, ABC de Sevilla).

Además de limpiar el país, José María Pemán participó como presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado entre 1936 y 1938, en la primera y gran purga del profesorado y también tuvo el detalle de dejar sus intenciones por escrito con motivo de una circular dirigida a los vocales de las comisiones depuradoras de Instrucción Pública: «Es necesario garantizar a los españoles, que con las armas en la mano y sin regateos en los sacrificios y sangre salvan la causa de la civilización que no se volverá a tolerar, ni menos a proteger y subvencionar a los envenenadores del alma popular, primeros y mayores responsables de todos los crímenes y destrucciones que sobrecogen al mundo y han sembrado de duelo la mayoría de los hogares honrados de España» (la cita está tomada del periodista ilicitano Alejandro Torrús).

Se estima que la purga contra el Magisterio y del profesorado de Enseñanza Media y universitario afectó a más de 60.000 personas, entre ellos el naturalista y catedrático del Instituto de Elche Enrique Pons Irureta que terminó, según el testimonio del sacerdote y antiguo alumno Tomás García Sempere, como maletero en la estación de Atocha. O el también catedrático de Física y Química en Elche Luis Castaño Reguero, al que un denunciante de 23 años le acusó nada menos que de fabricar bombas con botes de tomate en su casa, siendo condenado por un delito de «excitación a la rebelión». El primer responsable político de todos estos desmanes fue José María Pemán.

Pío Baroja escribió en 1939 que el régimen de Franco «miente, engaña, falsifica y mata». Por eso, cuando se pide con vehemencia la permanencia en el callejero de un protagonista esencial del franquismo como fue José María Pemán, lo que en el fondo se está defendiendo es a una dictadura execrable.