Pronto se cumplirán dos años de la publicación de un escrito en este mismo medio en el que explicaba por qué me presentaba a alcalde de Alicante y lo hacía a través de C's. Motivado por ello, y aunque soy consciente de mi irrelevancia política, me considero obligado a dar explicaciones del nuevo paso que voy a dar. Cuando yo me afilié, y hasta la semana pasada, C's era un partido que incluía la socialdemocracia en su ideario político. Hoy excluye tal posición. Yo me considero básicamente socialdemócrata y me siento excluido. Acerca del abandono de los principios del partido ya ha hablado correctamente Félix Ovejero (entre otros), y yo no voy a ahondar en ello. En cuanto a la consideración del «progresismo» como nuevo ideario político, es un total sinsentido, pues por poder querer decir cualquier cosa, no dice nada, salvo rellenarlo con cualquier ocurrencia que a cualquier marxista (de Groucho) se le pueda ocurrir. Así pues, el partido es básicamente liberal. Ello es muy respetable, pero liberal es el PP, aunque el PP incluya también otros idearios más conservadores, pero el liberalismo se incluye en su espectro ideológico. Intentaré ejemplificar breve y simplificadamente las diferencias entre liberalismo y socialdemocracia: como socialdemócrata, considero que el Estado debe intervenir para salvaguardar los pilares básicos del bienestar actual: educación, sanidad, pensiones, defensa, etcétera. Así, la educación debe ser fundamentalmente pública y tutelada por la administración, lo cual no quiere decir que haya que atacar la educación concertada (como está haciendo Compromís), pues fue precisamente un partido socialdemócrata (PSOE) el que creó el marco para la misma. La ideología liberal, en aras de la rentabilidad económica, permite acoger una tendencia privatizadora de la educación. Estas tentaciones privatizadoras llevadas por el liberalismo ya se han dado, y se pueden volver a dar, en múltiples ejemplos de la educación, la sanidad, o en cualquier otro servicio. El hecho de que el Estado deba adaptar sus estructuras con los cambios sociales no quiere decir que deba hacerlo obligadamente siguiendo el liberalismo privatizador. Así pues, el liberalismo al modo Zaplana o Esperanza Aguirre no me atrae, y el progresismo no significa nada, pues incluso los neocomunistas se consideran progresistas, y ello lo hacen con un modelo social del siglo XIX (mayoritariamente obrero y campesino) para una sociedad del siglo XXI (consumista de clase media). Claro que la reivindicación del liberalismo de las Cortes de Cádiz (como se ha llegado a decir por parte de C's) como marco para el progresismo no sé si resulta más curiosa todavía.

Siendo lo dicho motivo suficiente para darme de baja del partido, debo confesar que no es la única razón. Tan importante o más que el giro ideológico del partido en mi decisión de abandono resulta la estructura organizativa de C's. Y ya no tiene solución después de la asamblea celebrada. Una votación no convierte en democracia una tiranía. Con Franco también se llegó a votar pero no por ello había democracia. La democracia entiendo que es mucho más que plantear una votación de vez en cuando. Mi experiencia vivida en Ciudadanos me permite afirmar que es un partido muy poco democrático, y permítame lector que, al igual que en el teatro clásico no se representaban las escenas de sangre, no dé cuenta de los ejemplos vividos y conocidos, pero emplazo a quien quiera, y en la intimidad del contacto personal, a dar pruebas de ello. Resulta sorprendente que algún líder nacional haya calificado a C's como el partido más democrático de España. En mi opinión, contrariamente, si tuviera que poner a C's como ejemplo de algo sería de «democracia orgánica». Llegados a este punto, supongo que algún avezado lector se podrá preguntar «si el partido es tal y como dice, o parecido, ¿por qué ha estado afiliado y representando al mismo durante todo este tiempo?». Unamuno escribió una obra en la que el protagonista era un cura ateo. Yo me he sentido en C's como el cura ateo de Unamuno, pues oficiaba la representación política del partido, y con una fidelidad absoluta al mismo, sin creer en el partido. Como el cura ateo de Unamuno, tenía la esperanza de volver a creer en el partido que no creía. A día de hoy, ya no tengo esperanza, por eso me doy de baja.

Me he encontrado con muy buena gente en el partido (de la otra, ya no me acuerdo), a todos ellos les deseo lo mejor (al igual que a los muchos compañeros que se han ido, a otros partidos o a su casa). La ilusión por la esperanza de cambio vivida con las elecciones ha sido, o fue, maravillosa. Puestos a desear, incluso me gustaría estar equivocado en mi juicio y decisión, pero mi razón me dice que no lo estoy.