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Arturo Ruiz

Lastre

Piénsese en los medicamentos que se podrían haber suministrado con ese dinero [defraudado] a los enfermos que lo necesitan o en la mayor eficacia que se hubiera podido implementar a los efectivos terroristas. No se debe banalizar con esas cosas». Así de duro razonó un juez de la Audiencia de Alicante cuando condenó en 2015 a un año y dos meses de prisión al exalcalde de Calp el popular Javier Morató por haber defraudado un millón de euros a Hacienda. Fue una sentencia emblemática: aseguró que el dinero que se pierde en la corrupción (y que en este caso se había quedado Morató) le quita a las administraciones múltiples recursos económicos que servirían para mejorar la vida de los ciudadanos: «Piénsese en los medicamentos...»

Frente a quienes sostienen que los episodios de corrupción son acontecimientos aislados provocados por unas cuantas manzanas podridas que deben desalojarse del cesto para que el resto de la fruta, reluciente y sin mácula, siga velando por el prójimo, aquel juez decía otra cosa: que no sólo las manzanas sino también el cesto huele a podrido porque la corrupción es un cáncer que paraliza a la sociedad; que somos pobres porque nuestros dirigentes han delinquido; que podríamos ser mucho más prósperos si no existieran tramas bien organizadas (y no sólo unos cuantos chicos malos) que desviaron el dinero de todos a unas cuentas de Europa Central puestas a buen recaudo.

Pienso en Milagrosa Martínez. Condenada a 9 años de cárcel por integrar la trama Gürtel que cometió prevaricación, tráfico de influencias, malversación, falsedad y cohecho; denunciada porque su conselleria manipulaba concursos públicos para que empresas amigas obtuvieran contratos a cambio de unas cuantas comisiones que se quedaban los amigos de las empresas amigas, miles y miles de euros que hubieran podido servir para? ¿medicamentos? ¿trenes? ¿colegios que eliminaran barracones? ¿ordenadores en las aulas? ¿ayudas a quienes ya no pueden valerse por sí mismos?

Me atenaza otra duda. ¿Era Milagrosa simplemente una manzana podrida y solitaria, pobrecita ella? Hablamos de alguien que se relacionó con lo más granado del PP y con un impresionante currículum político: consellera de Turismo, presidenta de la Cortes Valencianas, alcaldesa de Novelda? ¿Nada sabían de Gürtel todos aquellos compañeros del PP que convivieron con Milagrosa y que este fin de semana han visto avalados sus cargos en el congreso nacional del partido? ¿Se tiran las manzanas que se han podrido solas o son el lastre que hay que soltar para disimular el mal olor que inunda todo el cesto?

Dicen que el día que se pronunció su sentencia, Milagrosa estaba sola. Apartada de antiguos amigos. Expulsada del paraíso como fruta quebrada. No es extraño. Ni tampoco que el congreso nacional que este fin de semana el PP ha celebrado en Madrid hiciera dos cosas simultáneas: avalar a la misma dirección de Mariano Rajoy que tanto convivió con tramas, sobrecostes, ingresos en «B» y facturas duplicadas; y promocionar en la fontanería interna del partido a Fernando Martínez-Maillo, un especialista en soltar lastre para preservar el cesto. Aseguran que el principal mérito de Maillo fue alejar en su día de la cúpula popular a otra manzana llamada Rita Barberá que de pronto se volvió indeseable. Génova acaba de agradecérselo.

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