Estos días de viento huracanado, de lluvia inmisericorde, ni siquiera han servido para que Rajoy nos baje el recibo de la luz ya que los elementos se han confabulado para producirla. Estos días -de perros- disfruto oyendo una y otra y otra vez al genio Sabina: «Me echaron de los bares que usaba de oficina y una Venus latina me dio la extremaunción». De nuevo pone letra a aquello que todos tenemos en la punta de la lengua.

Hace veintitantos siglos, o treinta que aquí las fechas brillan por su inexactitud, Moisés se erigió en caudillo de un grupo de desarrapados desorientados y hambrientos y les dijo que era su guía, que Dios lo había elegido para llevarlos a una tierra donde había ríos de leche y miel y praderas eternamente verdes. Un político este Moisés que ya se arrogaba la posesión de la verdad porque hablaba por boca de su cómplice, un Ser Supremo que solo estaba en su imaginación y en la de quienes le antecedieron y lo sucedieron. Como todos los que prometen el paraíso, fracasó estrepitosamente. Murió en el monte Nebo -hace ahora once años, un servidor publicó en INFORMACIÓN unos cuadernillos con un viaje espectacular a tierras de Jordania y Palestina entre tanques e intifadas- a la vista del paraíso soñado pero que nunca llegó a pisar.

Veo en los telediarios a políticos de uno y otro signo, celebrando congresos publicitarios, preparando congresos publicitarios y procurando torear a las bases con publicidad que niega la posibilidad de tener congresos hasta que Susana tenga claro que la votación será a la búlgara y barrerá cualquier asomo de disidencia: prepárense para aplaudir a rabiar y manifestar adhesiones inquebrantables.

Rivera, que empezó hace ya dos lustros, diciendo que era de centro izquierda, muere como Moisés sin ocupar ese espacio soñado y resucita para colocarse donde sabíamos: muleta, cayado, andador, sostén popular a la espera de fundirse con ellos en un abrazo sin fin. Ya lo dice mi amigo Rostoll -un sabio en política- en su artículo Entre la copia de Ciudadanos y el original del PP. Nos queda poco para ver a Rivera de ministro de algo y si me apuran a Susana también, como recompensa a esa gran coalición que ha tenido la jeta de subir la pensiones un 0.25 % y la luz un veintisiete. La jeta de unirse en el Congreso para rechazar la creación de una comisión investigadora del rescate bancario: sesenta mil millones de euros -mareos me entran de no saber cuántos ceros tiene eso- cuando luego no hay dinero para pagar los jarabes de la tos. Tiene cojones la historia.

El Partido Popular se regodea anunciando su congreso mientras ve alborozado cómo han cambiado las tornas. ¿Se acuerdan hace unos meses? Había clamores pidiendo a Rajoy que se hiciera a un lado y dejase a otro con mayor «química» y consenso para presidir el gobierno. Hoy, el hombre tranquilo, el que no se inmuta, al que no echan ni con agua caliente, el que es más listo que el hambre, disfruta de su éxito y anuncia un congreso en el que va a ser aclamado como un Moisés triunfante del siglo XXI. El sí ha llegado y ha pisado la tierra prometida. El, que fue designado por el dedo majestuoso de Aznar, ha liquidado al que lo designó, ha atravesado el desierto y nos ha dado una clase impagable de «gatopardismo»: lo cambiamos todo para que todo siga igual. Un maestro que pasará como tal a las enciclopedias de ciencias políticas.

¿Qué hace mientras el PSOE? Vive del rollo acomodado en sus sillones. La gestora acecha cual Torquemada contemporáneo. Estudia al pobre Sánchez, acusándolo por boca de Cornejo -no se sabe de nada que haya hecho este señor salvo vivir de la política andaluza en los últimos treinta años-: «¡Ya está bien de demagogia, de falacias y de engañar!», clama Cornejo y habla Susana por su boca. Los socialistas -¡qué nombre tan mal usado!- estudian cuando convocar el congreso para encumbrar a Susana mientras rezan -darán su apoyo a los presupuestos- porque si a Rajoy se le ocurre convocar elecciones la debacle sería de época. Ni la UCD después de defenestrar a Suárez.

Podemos, la esperanza de la izquierda, los que creíamos que iban a salvar a los descamisados, andan negándolo todo como Sabina: «Lo niego todo, aquellos polvos y estos lodos. Lo niego todo, incluso la verdad. La leyenda del suicida y la del bala perdida, la del santo de oro si me cuentas mi vida. Lo niego todo».

Se acabó el sueño de la tierra prometida en donde la igualdad y la fraternidad iban a ser los principios rectores de la actividad política. Andamos en peleas fratricidas entre los supervivientes del quinteto fundador. Errejón e Iglesias azuzan la llama, como la azuza la gestora y los pelotas de Susana, para que brille el PP. Instalados en el desastre, los sueños de izquierdas mueren sin ver esa tierra feraz. Nos enterrarán en el monte Nebo, como a Moisés hace tres mil años. Y lo de la resurrección? es un cuento.