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Antonio Sempere

En qué se habla en Alicante

Confieso que hubo jornadas completas en las que no escuché a nadie ni una palabra en valenciano. Desde luego, menos que ruso, inglés, árabe o alemán

Isabel Vicente volvió a clavarlo el viernes en estas páginas con su reportaje De qué se habla en los bares. Llamando al pan-pan y al vino-vino, a pie de calle, y con una llaneza infranqueable, realizó una inmersión en esos sanedrines (2.300 hay censados en la Alicante ciudad) para averiguar cuáles eran las conversaciones más comunes que se mantenían en sus barras. Pavón, el tripartito, Messi y el Madrid-Barça estaban en el top ten de los temas recurrentes.

Ya intuíamos de qué se habla y de qué no. Pero hace tiempo me pregunto, además de sobre qué, en qué lengua se habla en Alicante. También en los bares, pero no solo. Así es que a principio de año me lancé a las calles de sol a sol y algo más, con el oído bien afinado, para detectar cuál es la lengua vehicular de mis conciudadanos. Recorrí supermercados y grandes superficies, me mantuve con el radar puesto en las colas de los cines, en farmacias y hasta pasé horas en las salas de espera de los centros de salud, en Florida-Babel, San Blas, Campoamor, y Santa Faz, al ladito del Ayuntamiento. He pasado mañanas en la Tesorería de la Seguridad Social de la calle Mayor, en la consellería de Bienestar Social de la calle del Teatro, he subido y bajado en el Tram en dirección a San Vicente y a la playa de San Juan. Y sobre todo he escuchado a quienes hablan por la calle por el teléfono móvil. Ahora es más fácil escuchar a alguien hablando con el aparato que con una persona física.

Confieso que hubo jornadas completas en las que no escuché a nadie ni una palabra en valenciano. Desde luego, menos que ruso, inglés, árabe o alemán. Cuando encontré a alguien conversando en nuestra lengua cooficial, les pregunté con una sonrisa de dónde eran, y unos decían de Xixona, otros de Alcoy, y hasta recuerdo a una pareja de la capital.

Me acusan de demagogo por suplicar que la nueva televisión pública autonómica tenga a bien dirigirse a su audiencia en las dos lenguas cooficiales, no sólo en una. Que sus redactores puedan contar lo que pasa a los vecinos de Orihuela y Elda, a los de Torrevieja y a los de Alicante, por qué no, en castellano. Me argumentan que ya hay 200.000 medios que lo hacen en la lengua común. Y sí, es verdad que hay medios, o cuartos, o tercios, octavos y hasta décimas o centésimas de medio, medios sin medios, medios incluso sin periodistas, que hablan castellano. Por eso mismo, porque necesitamos televisiones de proximidad dignas y profesionales, imploramos que la nueva televisión pública se dirija al millón y medio de alicantinos castellano-parlantes en su lengua. De lo contrario, en el pecado irá la penitencia: la invisibilidad total, la desconexión con la sociedad que justifica su razón de existir. Dicho queda en febrero de 2017.

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