Por más que sepamos que la pobreza está presente en nuestras calles y barrios, solo nos inquieta cuando nos damos de bruces contra ella, cuando se muestra con toda su crudeza, con todo el dolor y el sufrimiento que conlleva y que es capaz de generar. La horrorosa muerte de un matrimonio y su hija de doce años asfixiados bajo cientos de kilos de ropa en el dormitorio de su vivienda ocurrido hace pocos días en Alicante es uno de esos sucesos estremecedores y llamativos que no acabamos de comprender del todo, pero sobre el que deberíamos extraer algunas lecciones. Si bien el trágico suceso ha contado con una amplia cobertura informativa, no se han hecho valoraciones sobre su significado, ni siquiera por los miembros del Gobierno municipal, como si no mereciera reflexionar sobre sus causas y consecuencias.

En primer lugar hay que señalar, aunque suene duro, que este lamentable accidente se debió a la negligencia de los padres fallecidos que convirtieron una pequeña vivienda particular en un almacén de ropa usada, acumulando toneladas de prendas en un lugar inadecuado y en condiciones peligrosas, poniendo así en riesgo mortal su vida y la de su hija menor de doce años, como finalmente sucedió, pero creando también una situación de grave inseguridad a todos los vecinos y al propio edificio. Tener el dormitorio repleto de cajas de ropa desde el suelo al techo alrededor de sus cuatro paredes dejando libre únicamente la cama era tan insano como inseguro, algo que adquiere tintes de grave irresponsabilidad al vivir en esas condiciones dos hijas, una de ellas la menor de edad que falleció. Las conductas personales y el espacio privado son responsabilidad de cada cual, siempre que no se ponga en peligro la vida o los bienes de las personas o suponga un riesgo para el supremo interés del menor, como ha sucedido en este caso. Y aquí es donde las instituciones deben preguntarse qué ha fallado para no poder evitar que se produjera el accidente y qué se puede hacer para impedir que algo similar se repita.

Desde hace tiempo vengo explicando con machacona insistencia algunas ideas fundamentales sobre los procesos sociales que se venían dando en la ciudad, algo que he recogido en diferentes estudios, informes y artículos así como desde el trabajo llevado a cabo en el Observatorio Permanente de Inmigración de la Universidad adscrito a la Sede Universitaria Ciudad de Alicante. Así, en el informe que publiqué en el año 2006 titulado «Inmigrantes en la ciudad de Alicante. Análisis de una década de cambios» destacaba los profundos procesos de pobreza y exclusión que se habían abierto paso en algunos barrios y que la llegada de inmigrantes habían profundizado todavía más, generando una ciudad cada vez más dual y polarizada. Más recientemente, en el año 2014, en otro estudio con el título «Alicante se fractura» y publicado también por el Observatorio de la Universidad, explicaba cómo la crisis había aumentado los problemas de pobreza y cohesión social en numerosos barrios, apareciendo estrategias novedosas de supervivencia entre los inmigrantes. De esta forma, la tragedia que se ha vivido en Alicante con el fatal desenlace de tres fallecidos se alimenta de algunos de los elementos que desde hace tiempo he venido diagnosticando.

En diferentes barrios de la ciudad se viven situaciones de pobreza y exclusión que se ceban sobre la población más vulnerable, acentuadas por el notable impacto de la crisis, el desempleo y la privación. Por si todo ello fuera poco, las pautas de alojamiento de los inmigrantes llegados en los últimos años han llevado a que se concentren precisamente en estos barrios más vulnerables, viviendo éstos con mayor crudeza todavía el impacto de la recesión y la destrucción de empleo que han aumentado las situaciones de desprotección. Frente a ello, muchas personas y entre ellos numerosos inmigrantes han recurrido a diferentes estrategias de supervivencia para obtener recursos, algo que resulta llamativo en el caso de algunas comunidades al desarrollar pautas culturales insólitas.

Pero la falta de recursos sociales, el abandono crónico que viven muchos de estos barrios, la carencia de técnicos sociales trabajando también a pie de calle, junto a la falta de comprensión o interés sobre estos procesos han llevado a que mucha gente se busque la vida como puede, aunque a veces no sea de la mejor forma posible.

No tengo claro que este Gobierno municipal entienda en toda su dimensión todos estos procesos, de la misma forma que tampoco puede pretender que la solución venga de la mano de fondos europeos a varios años vista, sin comprender las situaciones de emergencia social que requieren una intervención inmediata que no puede esperar. ¿O acaso las concejalas de inmigración y de servicios sociales, o los ediles responsables de urbanismo y de coordinación de proyectos consideran que nada de esto tiene que ver con ellos?

@carlosgomezgil