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Javier Mondéjar.

Envidia de Elche

Elche es una ciudad muy interesante para todos excepto para los alicantinos (y para no liarles cada vez que en este artículo mencione el gentilicio les advierto que me refiero a los capitalinos, no a los provinciales). Hacer una visita al Parque Empresarial de Elche supone ver empresas de verdad, no empresitas de la «Srta. Pepis» y hablar con empresarios ilicitanos es una inmersión en el mundo de los negocios serios, alejados como si vivieran en otra dimensión de especulaciones de terrenitos, corruptelas y cosicas así. Que no digo yo que no tengan algún garbanzo negro, pero que justamente por ser escasos resaltan más y perdónenme el símil racista.

Pero se da la paradoja de que los empresarios de Elche se ensimisman demasiado. Tanto han cuidado lo suyo que han descuidado la provincia cuando ahí también tienen un papel preponderante a jugar y salvo honradas excepciones no han querido participar de instituciones provinciales. Es así que la proyección de los empresarios ilicitanos es más personal que conjunta y, en mi humilde opinión, la ciudad se resiente de ello. Hace una semana asistí a la presentación de un libro: «IngeniaElx» que repasa 125 años de marcas, inventos, patentes e industrias lo que, de paso, radiografía muy exhaustivamente porqué Elche es lo que es.

El promotor del libro, realizado para conmemorar el 25 aniversario de su empresa, Enrique Martín, es una persona controvertida -como la mayoría de los que tienen una idea y la defienden sin reparar en lo políticamente correcto- pero su entorno lo tiene muy bien estudiado. En su presentación dejó una frase y me quedé con la copla: el éxito económico de Elche y su contribución a la Comunidad Valenciana y a España, no se ha traducido en un poder político equivalente, por lo que hay proporcionalmente pocos representantes ilicitanos en la política y en los altos cargos de la Administración. Argumentó que esa escasa capacidad de decidir acerca del futuro de la ciudad la condiciona y percibe «el sentimiento de orfandad de una parte cada vez más significativa de la sociedad civil ilicitana».

Tengo experiencia personal de lo difícil que es ilusionar a los grandes empresarios ilicitanos acerca de proyectos provinciales. Históricamente han preferido no involucrarse demasiado y ni siquiera han agitado en exceso el espantajo victimista de que Alicante les hace sombra, entre otras cosas porque de verdad no lo piensan, orgullosos como están de sus propios valores. Sin embargo esta carencia de liderazgo en otros ámbitos que salgan fuera de su término municipal provoca una defensa a ultranza de lo suyo -lo que es de envidiar- y una escasa influencia fuera, lo que quizá no es malo para algunas empresas, que miran más a Nueva York que a Madrid, pero sí para su conjunto. Otras ciudades de la provincia han logrado poder e influencia política más allá de sus fronteras; a Elche no le ha interesado y la provincia pierde por ahí un referente importante y una aportación fundamental.

Los lectores de estos cuentos sabrán que el Indignado Burgués no cree en valores universales y , por principio, considera a los humanos como bípedos muy poco organizados y casi nunca merecedores de compasión ya que suelen recoger lo que siembran. De siempre, sin embargo, ha sentido que el concepto provincia es un valor en Alicante, un fenómeno poco exportable por las condiciones especiales de un territorio en el que muchas ciudades diferentes y especializadas suman y pueden aportar al conjunto, sin una capitalidad absorbente que haga diluirse al resto.

Quizá habría que hacer más y tratar de olvidar tertulias de casino y agravios históricos para diseñar un proyecto que articule a la sociedad de Alicante en torno a una propuesta de provincia que nos sitúe en primera fila. Esto es imposible sin que los referentes empresariales, tan necesitados hoy en día de liderazgo, se pongan a la faena y cada cual en su casa consiga convencer a sus colegas de Elche, Alcoy, Orihuela, Denia, Benidorm o Torrevieja. Si los empresarios realmente significativos se quedan en su ciudad mirándose el ombligo y alardeando de sus conquistas poca vertebración se logrará y lo malo es que sin una provincia fuerte se nos come la competencia, que hay mucha y muy bien organizada, mientras nosotros tenemos vocación de ejército de Pancho Villa.

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